Relatos del caribe N° 6: La batalla de las cometas

RELATO - VI
LA BATALLA DE LAS COMETAS.


CAPITULO  1
Por la calle de Chinú, había una hacienda, que comprendía  desde la carretera de salida de la población,  hasta el otro costado a la derecha, limitando con el camino, del pozo del Gobierno. Era un triangulo gigantesco que empezaba a abrirse, desde el punto de encuentro de las dos calles. A la derecha, limitando, con la casa de el Pancho Godin, y por el costado izquierdo con las niñas Morales y la medio pendejadita de Aurora Bello, y terminaba hasta donde se divisaba el ultimo confín  del horizonte. En esa plazoleta polvorienta,- 50 años atrás, se libraron verdaderas y cruentas batallas, entre cometas enemigas que venían de la plaza, y del atrio de la Iglesia y que ondeaban amenazantes sobre nuestro firmamento. Los mejores armadores de cometas eran por aquella entonces, el Mario y el Toño, hijos de Alfonso y la niña Marina.

CAPITULO II.
EL EDIFICIO VOLANTE.
El Toño  fabricó  el primer edificio volante que yo haya conocido, hecha su estructura de siete pisos - con varitas de palma de cañaflecha entrelazadas y,  en ese tiempo, no conocíamos  los Edifí- cios. -Ajá  él  le puso alas y la echo a volar. Subió como palma y cuando estuvo arriba, ronroneaba  con un ruido bien extraño, que nunca se escuchó  de las cometas. De pronto un viento fuerte, lo cogió de costado, y cayó como coco, en una vertiginosa caída, que no la detuvo nadie. Del edificio volante no quedó  ni las estillítas.-¿ Me pregunto cómo haría el Toño  para inventarse ese edificio, igualito a los que construyen hoy en día, para estratos 1,2 en las grandes ciudades ?, si el Toño a lo más lejos que salió, fue a Montería.y en esos tiempos, las casas mas altas eran de 2 plantas, -Pa que vean hasta dónde va  la imaginación  de un niño;  construyó  edificios de varitas de palma, y después los hizo de hormigón.


CAPITULO III
 LOS ARMADORES DE COMETAS:
Pero vayamos al cuento, las batallas aéreas de  ese tiempo, eran preparadas por todos los de la cuadra, los otros armadores , los hijos del Piche Codín, Oscarito, el Rafa, el Puto, el Nene entre otros, como once hermanos, hacían las cometas entre todos, -uno ponía el almidón de yuca, otro el papel, y el resto el hilo calabré, que era lo más peludo de conseguir,(sic)- porque tocaba comprarlo,- se necesitaba mucho hilo, a cada quien le tocaba poner su bolita de calabré., y las varitas de palma.
A la casa del Piche iba a dar todo ese material, -María su mujer,  era una persona, así  como Aurora,  muy jovial, pero fregada al mismo tiempo, -uno se la tropezaba, y ella le decía cosas como esta: " Mira hijueputa  peláo,   apártate  del medio, que me vas a hacer caé,  busca el patio- no joda!." Oye Piche, tu cuando  vas  a sacar esta peladera de aquí?! Pero que  va, eran tantos  los de su casa,  que dos o tres adicionales no se notaban. . Se armaban las cometas, debían llevar dos cuchillas  gilette,  partidas por la mitad  en cada cola de trapo o tela que colgaba de ella. Como eran dos colas, una más larga que la otra, la primera de 4 metros y la segunda de 3., por aquello de la aéreo-dinámica y la física,  para que pudiera servirle de contrapeso a la principal.
Las cuchillas con su cara afilada se colocaban mirando hacia arriba, incrustadas en una varita de palma, de tal manera que cuando la cola de la cometa cogiera el hilo templado de otra , zas -lo cortaba de inmediato.

 Así-  que cuando las cometas intrusas de  la plaza, o de la loma de la iglesia,  aparecían sobre el firmamento de la calle de Chinú, o sobre el de la plazoleta, se armaba la zaranda, de la cual participaban los adultos, pues con semejante alboroto  en la calle, nadie se quedaba adentro de las casas, sin mirar las ocurrencias de aquellos chiquillos desalmados.! -Mi madre- que eso era una verdadero festival.! Después crecimos, yo estuve en varios festivales de cometas en el parque Salitre en Bogotá; todos me parecían tediosos;  nunca sus cometas, batallaban en el cielo, como las de   mi pueblo., que armadas como en plan de batalla,, revoloteaban en el cielo  azúl,  desgosándose  como abatidas,  cuando los muchachos  le soltaban  el hilo,  en un caída libre y en picada sobre sus oponentes,  para luego reponerse airosas. y subir por los aires, expandiendo su cola letal, sobre las cometas enemigas.
Eran momentos de suprema emoción, las cometan caían como lluvia de estrellas, y los muchachos  en un frenesí extraordinario. Saltaban las tapias, penetraban los patios de las casas, subían por los postes y ante la mirada atónita de los adultos, enredaban el bendito hilo calabré  en sus manos, hasta más no poder., En mi pueblo esto era legalmente permitido y todos aceptaban  las reglas de esas aventuras incomparables. Cuento de Humberto Bustos Frnandez.