MUNICIPIO DE SAN ANDRES DE SOTAVENTO

Pequeño pueblo del caribe Colombiano, enclavado en los valles del bajo sinù, que se alcanza a divisar sobre la llanura cordobesa, por estar un poco mas alto del nivel de mar, razòn por la que su temperatura es mas fresca y agradable que la de otros municipios cercanos,- especialmente en las horas de la tarde, que siguen al resplandor calenturiento del mediodia. Esa tarde de 1959, . viajaba emparapetado en un jeep Willis , conducido por quien los parroquianos apodaban " el chema" por la carretera que de la vecina poblaciòn de Chinù, conduce a San Andrès. EL WILLIS transportaba 16 pasajeros adultos, ademàs de mi hermano Jorge y yò, entremezclados en ese sartal de gente, que como racimos humanos, viajaba, para la fiesta de toros de esa poblaciòn.



La gente comentaba las incidencias de la fiesta, el dìa anterior: " Que un toro de Anibita Polo, malhiriò a un muchacho de Tuchìn, que le cogieron mas de 60 puntos; que- què toros tan bravos," . Hablaban del chivo mono, del matavieja, que matò tanta gente, decìan que se llevò en los cachos mas veinte personas. decìan que maderita, y el negro Demetrio, tenìan " los niños en cruz" y que por eso, los toros nunca les hacìan nada.



Yo escuchaba a esos hombres sudados, polvorientos y alharacareros, vestidos de drill abano y sombrero vueltiao, tez morena y abarcas, tres puntadas de cuero, de enrejar novillos, - que eran las buenas; contando esas historias facinantes e intrèpidas de los hombres del tròpico, que se fueron quedando en mis oìdos, con el correr de los años.



A las 3 en punto, entramos al pueblo en medio de los compases de una banda papayera, que repicaba sus sones, con tanto ruido que no se escuchaba casi nada. El chema, a medida que descargaba la gente y cobraba el pasaje, nos miraba a mi hermano y a mì, diciendonos:-!" ustedes cachaquitos se me quedan quieticos, todavìa no han llegado-!". despues nos llevò a una casa, donde estaba un pocotòn de gente, sentada,- vestida la mayorìa de blanco, que departìan alegremente al rededor de una mesa, ataviada con varias botellas de ron blanco. Llamò a la niña MARINA, y dijo: " vea niña MARY, - ! Estos son los hijos de su hermana la niña Blanquita, que ahì se los manda la niña ANAELENA de chinù ". El viaje del "chema" terminò para nosotros,con el llamado del chema a la niña Mary, pero su recuerdo, permanece indeleble en nuestras memorìas, como una aventura que mereciera perpetuarse en el tiempo.

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