Ensayo para una
Nueva Visión de los Zenúes.




















Humberto Bustos Fernández

Ensayo para una nueva visión de los Zenúes.


























Titulo original: Ensayo para una nueva visión de los Zenúes
Copyright  ©  2011 Humberto Bustos Fernández
Primera Edición: Septiembre de 2011.:






A pesar de que están basados en la historia, algunos
acontecimientos han sido narrados con propósitos educativos y de impacto





















Este libro está dedicado a los  maestros de los
establecimientos educativos públicos y privados de la costa caribe Colombiana.
La costeñidad   exige el conocimiento de nuestro pasado.
La  defensa de nuestra cultura, es una obligación que nos pertenece a todos.


A mi apreciado y dilectísimo colega de Academia Profesor emerito  ALVARO MADERA PATERNINA
Que me ha honrado con su amistad, y a estimulado este propósito.
A Lina Mar’ia Avilez Diaz por su afecto y comprension, su ayuda ha hecho posible este trabajo.
A mis hijos Nadhia, Lenin, y  Jorge, que intervinieron en su diseño.
A mis adoradas Valentina y Valery bustos avilez reina y princesa de mi creación.


Prologo

Reto y Riesgo de un Ensayo
EL ENSAYO PARA UNA NUEVA VISIÓN DE LOS ZENUES  es un trabajo de cierta rigurosidad científica que lleva al lector a replantear la importancia del pueblo Zenú en la conquista de América. Hay que leerlo y releerlo con detenimiento para no entrar en contradicción o discrepancias con las formulaciones teóricas del autor. Sobre la  objetividad de las inexactitudes históricas y su valoración, tal como lo  formula el ensayo,  fundamentado en la  bibliografía de los cronistas de la época, para argumentar  la suya; abre una interesante polémica, que será revisada por  los historiadores. El ensayo no deja de ser un reto dada las circunstancias que merodean  tema tan importante  y delicado, sobre  el que ya existe copiosa evidencia de renombrados historiadores y puntualmente de varias Academias. Pero dejemos que cada quien lea, cada quien opine, cada quien interprete, en última instancia, los interesantes y novedosos planteamientos en los que posiciona a la Cultura Zenú, como la más importante de América; la caracterización de la región como Despensa agrícola, de las ciudades antillanas y de las dos primeras ciudades exitosas que tuvo España en tierra firme, Santa Marta y Cartagena en el Caribe Colombiano; la diferenciación entre las comunidades propiamente litoreñas y las de las cuencas hidrográficas de los ríos Cauca, Sinú, San Jorge y Magdalena y las razones de esa diferenciación. Lo que se espera en última instancia, es  que satisfaga los intereses de la historia, de la cientificidad y del mundo intelectual.
Al culminar la lectura del ensayo, materia de este prólogo, queda el sabor agridulce de las cuatro inexactitudes históricas que plantea el autor:
A) La primera: “LOS ZENÚES, UNA DE LAS ÚLTIMAS ETNIAS DE LA AMÉRICA PRECOLOMBINA EN SER DESCUBIERTA POR LOS ESPAÑOLES”. El autor sostiene con vehemencia lo contrario,  que es la primera y anexa la pieza argumentativa de su enfoque.
 B) Respecto del enunciado teórico: “La EXPANSION DE LA CULTURA ZENU EN EL CARIBE”. Y no su recesión o liquidación con la llegada de los españoles, no deja de ser interesante, puesto que se abren nuevas visiones sobre el asunto tratado.  
C) La  inexactitud  expresada en la afirmación “LOS ZENUES PUEBLO DECENDIENTE DE LA RAZA CARIBE”.  Toca fibras muy sensibles, donde  se entrecruzan  afectos y realidades. Ciencia e historia persiguen la verdad, pero también  se ha dicho, es imposible desligarlas de los sentimientos humanos.
D) Por último, la que nos habla de: “ La GRAN CIUDAD DE LOS ZENUÉS”, poniendo en duda su existencia , palabras más, palabras menos, arma un lío de la madona, porque el autor suministra evidencia argumentativa de que tal,  ciudad  si la hubo, no pudo estar cerca de Montería, como lo afirman contrariamente,  la mayoría de los estudios,  revistas y libros.  Y su afirmación  no es nada des-obligante o especulativa, aplica  razonamientos lógicos, arquitectura probatoria de abogado, que lo es en efecto y nos obliga a revisar vacíos si los hay, o a conjurar la especulación en su defecto. De eso se trata la Historia. Llama la atención finalmente la reivindicación histórica que pide para los Zenúes, la crítica a la filosofía Marxista  en cuanto no tiene en cuenta a América en la acumulación primitiva del capital, y de su ideólogo en su desconocimiento del proceso independentista, la crítica con lo cual arma a continuación  la pieza oratoria sobre el conmemorativo del día de la raza.
La Academia de Historia de Córdoba se siente honrada al presentar este ensayo, como una forma de hacer y construir memoria histórica  individual y colectiva. De seguro la compilación fragmentaria en suplemento anexo, y en castellano antiguo de los cronistas de Indias hecha por el  autor, ha valido la pena y le da seriedad al ensayo.
Víctor Manuel Uribe Porto.
Presidente Academia de Historia de Córdoba




Cuando egresé del  Liceo Bolivar  de Sincelejo como bachiller, en el año de 1967 me llamó particularmente la atención, de que el resto del país no tenía mayor conocimiento de nuestra región. Mi pueblo San Andrés de Sotavento no figuraba en el mapa de Colombia. Era un punto muerto entra Lorica y la vecina población de Chinú.  Después de 50 años todo ha mejorado notablemente, el Sombrero vueltiao nuestro símbolo nacional, no tenía ningún reconocimiento público, ni de los de acá- ni de los de allá.
Sí Bien algunos científicos e investigadores se habían interesado por nuestra  cultura, lo cierto es que en el territorio nacional  éramos  unos perfectos desconocidos. Me mortificó tal hecho insólito por mucho tiempo, hasta que un día encontré un libro  viejo, en una subasta de librería,  cuyo título rezaba “SUMMA DE GEOGRAFIA” de un tal Martín Fernández de Enciso. Me llamó la atención por lo del apellido- era el mío. Lo compré por tal motivo y me lo llevé para el  apartamento donde vivía. Unos meses después arreglando el cuarto,  lo vi sobre un armastrote que oficiaba de biblioteca en mi dormitorio. . Recordé la motivación que tuve el día que lo adquirí por una suma tan insignificante, como  el capital que por aquella  época guardaba en mis bolsillos. : El libro escrito 5 siglos antes,  pertenecía a un navegante  y conquistador español, que vino  con las primeras exploraciones.
El tipo se dirigía al Rey de España, diciéndole que había dividido  el mundo conocido en varias partes, tal como este Contemplaba las regiones de los 5 continentes en especial el que acababan  descubrir. Lo llamaban “Indias Occidentales”. Ojeando de atrás para adelante con acuciosidad,  encontré que una de las partes del mundo de la que hablaba, la llamaba  de la “Región del gran Cenú”. Me detuve en aquella página, y al  leerla pude advertir que se refería a la región del Sinú, de donde yo provenía. Cual sería la sorpresa al ver a mi región y por sobre todo a mi  pueblo, de indígenas milenarios, inscrito en los anales del mundo antiguo, como un territorio importante del planeta tierra, cuando para la época en que yo leía sus páginas preciosas impregnadas de amarillo  oxido, ni siquiera en mi propia patria era objeto de reconocimiento. Este libro culmina   la más  interesante de las aventuras juveniles de mi vida.   
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Capítulo I

Consideraciones


R
evisando los escritos que aparecen publicados en varias fuentes bibliográficas, de diversos autores, me he encontrado con inexactitudes, sobre la historia de los Zenúes, habitantes ancestrales de nuestro territorio, departamentos de Córdoba, Sucre, Bolivar, por decir lo menos, pues ellos integran mayoritariamente la población de Atlántico, Cesar, Magdalena y parte de Antioquia. Para los Cordobeses es un reto de magnitudes extraordinarias, aclarar varios enigmas que el tiempo ha tornado difícil dilucidar, pero a medida que se revise las crónicas del nuevo mundo, se podrá ir despejando algunos vacíos, que no encuentran respuesta precisa. Por lo pronto abrir el debate, será un ejercicio interesante para Académicos, profesores y estudiantes.














II

Inexactos Históricos


"Los Zenúes una de las ultimas etnias de la América precolombina en ser descubierta por los españoles."
N
o es cronológicamente cierto: Los Zenúes con C,(así los llamaron antiguamente los conquistadores españoles) empiezan a ser historiados entre 1501 y 1510, es decir en la primerísima etapa de la conquista. La mayor parte de los historiadores desconoce el inmenso papel, que la Etnia Zenú cumplió  en ese periodo, en el subsiguiente, 1510 - 1525 hasta la fundación de Santa Marta, periodo oscuro de la información sobre los Zenúes. Es a partir de la fundación de Cartagena, y la posterior exploración de don Pedro de Heredia, que se registra copiosamente la información histórica sobre esta comunidad.  Primer periodo: viajes exploratorios de Alonso de Ojeda, Rodrigo de Bastidas, Juan de la Cosa, Vasco Núñez de Balboa, Francisco Pizarro, Diego de Nicueza y Américo Vespucio, Martin Fernández de Enciso y Gonzalo Fernández de Oviedo.
Juan de la Cosa, cartógrafo de primer orden el más experimentado de los pilotos y navegantes españoles, llamado por sus coterráneos “el oráculo de los mares”  hizo 7 viajes al nuevo mundo. La Santamaría, uno de los 3 barcos de Colón, era de propiedad de este Capitán de bergantines que atravesaron la mar tantas veces, como le fue posible y que dibujara el primer Mapamundi que observó Europa estupefacta, estuvo en nuestro territorio, y lo incorporó en su carta. Desembarcó en el golfo de Uraba en 1501 con Rodrigo de Bastidas tal como lo acredita una relación de viaje a que se refiere escrito de Americo Vespucio a Lorenzo de Medicis. Juan de la Cosa consiguió que Alonso de Ojeda obtuviera la gobernación de la Nueva Andalucia y vino después como su teniente general cargo que habría de desempeñar hasta su muerte a mano de los turbacos en la exploración de Cartagena. Al oriente de Turbo “en un lugar limpio y bañado al viento por su altura funda Ojeda San Sebastián de Uraba por el año de 1509”.
De él también se asegura, y se confirma, en uno de sus viajes en compañía del cosmógrafo Martín Fernández de Enciso, su entrañable amigo y compañero de aventuras; por los registros de uno y otro, quien estuvo en San Sebastián de Urabá, de la cual fue primera autoridad administrativa y Santamaría La Antigua del Darién, fundada por Enciso en 1509 la cual fue erigida en diócesis en 1513 y cuyo primer obispo fue Fray Juan de Quevedo: primeras colonias españolas en tierra continental. Santa María la antigua del Darién tuvo como regidor perpetuo a Gonzalo Fernández de Oviedo hasta el año de 1519 cuando arribo la expedición de Pedro Arias Dávila quien fundó a Panamá y ordeno la desocupación de la Antigua  una vez iniciado el juicio de residencia a Vasco Núñez de Balboa. La historia de Santa María la antigua del Darien terminaría tristemente con el incendio de sus ruinas por parte de los esclavos negros rebeldizados contra el esclavista español Diego Riveros quien termino ahorcado por el año de 1524.
Desde que los españoles descubrieron y colonizaron el Darién en 1501 - 1524, observaron y mantuvieron un fluido comercio de intercambio a todo lo largo de la costa y de sostenimiento de víveres, muy especialmente en su región media, de donde fluía hacia varios puntos, por los naturales indígenas, que al momento de entrada de los españoles, ya producían excedentes agrícolas. "Que avistaron la boca del río, tomando información entre ellos, remontándolo los llevaría por primera vez a las tierras del gran Zenú". En ese trasunto histórico (1501 - 1510), Fernández de Enciso y Juan de la Cosa, pertenecientes a la expedición de don Alonso de Ojeda, refieren oficialmente su primer contacto con los Zenúes, especialmente este último en su libro SUMMA DE GEOGRAFIA, publicado en 1513 - 1519 en España. Múltiples notas de viaje en la que es posible determinar el valor preponderante, que se le da a los aborígenes de estas tierras, que con el tiempo, se llamó región del Sinú, y que los españoles llamaron: "del gran Cenú".











III

De Francisco Cesar: primer explorador del “Cenú”.


D
e este texto, se desprende que no fue Francisco Cesar el primer de los conquistadores españoles en remontar el Sinú en 1515, puesto que de por medio, están los registros de Enciso, plenamente documentados de fecha anterior. Francisco cesar, arriba a Santo domingo con la expedición de Sebastian Cabot, por 1531, se encuentra en Puerto Rico con Heredia, quien preparaba la expedición a la bahía de Cartagena y su territorio costero. En los primeros días de Enero de 1532 desembarca en Cartagena, junto con el grueso de la expedición compuestas por 300 soldados, numerosas mujeres, indios y negros. Hace  parte  de la fundación de la ciudad el 20 o 21 de enero de ese mismo año en su calidad de  teniente general. La Academia de Historia De Colombia, siguiendo al historiador Otero de Acosta acogió la fecha de fundación el día 1 de Junio de 1.533.fecha en que se reunió y nombró Cabildo y se repartieron solares a los españoles.
Un primer encargo a Francisco Cesar, ya desde Cartagena, por el gobernador Heredia es la expedición en busca de víveres a una población del Sinú  denominada “Balsillas” después Tolú, donde los indígenas tenían establecido puerto de comercio de sal y víveres, permite a Cesar obtener de sus aborígenes la no despreciable suma de 10.000 pesos oro, que el capitán reparte entre los soldados, guardando la quinta del rey y la parte legal que le corresponde a los Heredia, lo que desata la cólera de Alonso comandante de esa expedición, quien lo despojó de su rango y lo hizo encadenar hasta su regreso a Cartagena. Después vendría la expedición del propio Gobernador, quien se adentró  a la región no por el mar, sino atravesando los Montes de María, cayendo después a la hoy depresión Momposina, y por ultimo al territorio de Mexión. Cesar fue comisionado nuevamente para remontar el Sinú, y llegó hasta Ayapel, la serranía de Abive y los límites de Antioquia. Después del juicio de residencia a Pedro de Heredia, en Cartagena, 1536 - 1537 partió con la expedición de Badillo, hasta el Urabá, y de ahí hacia el interior en una penosa travesía, que le costaría la vida, víctima de intensas fiebres. Su intensa actividad, le fue premiada como el descubridor de Antioquia, pero a decir verdad y tal como lo confirmara la Academia de historia de Antioquia, cuando llego Cesar a ese territorio con la expedición de Juan de Badillo pariente del gobernador don Pedro Badillo de Cartagena, ya se encontraba en ese territorio Jorge Robledo capitán adelantado de Sebastián de Benalcazar, verdadero descubridor de Departamento de Antioquia.. 


IV

La Etnia Zenú: Primera Cultura conocida por los Españoles


P
or lo tanto, esta revisión crítica de la historia, deja sin lugar dudas maltrecha la tesis, sostenida por varios autores “de que la cultura Zenú, y la etnia como tal, es una de las últimas en ser descubiertas por los Españoles en América”. Enciso en una de sus cartas al Rey de España, se quejaba de que: "por sus mercedes, se hubiera descubierto el Yucatán (México)" refiriéndose a la conquista de México, por el adelantado Hernán Cortes, Lo cual tiene sentido si examina, que la Costa venezolana de la antigua Venecivela (Venezuela), lo mismo que las Antillas con todos sus accidentes geográficos, y la tierra de la nueva España; Centro América, con todos sus pueblos ancestrales, como se llamó inicialmente al territorio de México, fueron cartografiadas por Juan de la Cosa - Ojeda, y Fernández de Enciso, estableciendo todos sus accidentes geográficos y rutas de exploración. Y qué no decir agregaríamos nosotros, del Perú, descubierto por Francisco Pizarro, quien estuvo bajo su mando y protección en San Sebastián y  en la Antigua, de donde salieron las primeras expediciones hacia el Perú. La conquista de México, solo fue posible, en la medida en que España, aseguró su dominio pleno sobre las Antillas, es decir 10 años después de iniciada la primera etapa, más otros 10 que duró su consolidación, 20 años, es decir hasta 1520,  si se tiene en cuenta esta fecha a partir del último viaje de Colon, dos décadas aproximadamente.










V

El atraso secular de la población indígena Antillana


R
ecolectores de frutos, dependientes de la caza y pesca, debió ser complementado con mano de obra calificada, de la única etnia hortícola especializada y con conocimientos y excedentes agrícolas en la Costa Caribe: los Zenúes. De estos registros históricos se colige, que los primeros conquistadores españoles enviaron grandes contingentes de mano de obra a la española. Si como se sabe la región del Urabá, la propia de la provincia de Santa Marta, aún no fundada ésta, y la de la Guajira presentan los antecedentes históricos de ser tribus belicosas, antropófagas y de flecheros con puntas herboladas, cuya letalidad probó el desafortunado Ambrosio Alfinger, conquistador de origen Alemán,  cuando proveniente del pueblo de Coro, cerca al golfo de Maracaibo en la actual Venezuela, y después de una larga travesía, llego hasta el pueblo indígena de Tamalameque, el cual devastaron y saquearon cuantioso botín de oro, estimado en 100.000 ducados, quien en una de aquellas guazabaras fue alcanzado por una flecha indígena que le atravesó la garganta, y le produjo la infausta muerte después de una agonía de 4 días. De tal manera que de toda la región Caribe explorada por los Españoles, la región del “Gran Cenú”, es por sustracción de materia o aplicación de minuendos, la única región, que podía proporcionar a las islas antillanas, la mano de obra, doméstica, laboral calificada y alimentaria, en tanto que era al momento de entrada de los españoles, constituía una despensa alimentaria, abastecedora de alimentos y especializada en actividades agrícolas. 
Fray Pedro Simon,  sostiene en su obra Noticias Historiales, que el conocimiento del cultivo del maíz proviene del continente Suramericano, cuyas aproximaciones histórico-geográficas  más tempranas, las hicieron con la región del Urabá y del “Gran Cenú”, a todo lo largo de las Costa Caribeña y no del centroamericano, que estando al frente, no podía proporcionarles estos abastecimientos, puesto que no se tenían hasta ese momento posesiones españolas, tal que su  exploración solo se produjo hasta el año de 1519 por el citado Hernán Cortes.
Datos antropológicos, asociados, a estudios fósiles, y alfarerías sometidas al carbono 14, señalan que se encontraron en los Montes de María, pruebas de una cultura hortícola, 10000 A. C. Hallazgos de Puerto hormiga, depresión Momposina y Momíl  2000 A.C.  Todo lo anterior, permite colegir, que la cultura Zenú fue expandida por los conquistadores españoles en toda la América antillana, situación que se explica y encuentra sentido en la necesidad de los conquistadores y encomenderos de agenciar un régimen agrario similar al de la metrópoli de donde provenían, para abastecimientos propios el cual no podía conseguirse sin la mano de obra de los primeros cultivadores que tuvo América: Los Zenués.
Y es que este Martín Fernández era con Juan de la Cosa, Alonso de Ojeda y Américo Vespucio, los más versados cartógrafos, Cosmógrafos y pilotos experimentados del mundo y mares conocidos hasta entonces; a medida que exploraban, establecían las coordenadas de longitud y latitud, fijando su posición y el grado, que respecto del sol y en relación con la esfera celeste, se encontraba el punto descubierto, estableciendo del mismo modo, las leguas de distancia respecto de los demás accidentes geográficos ya determinados, luego todos los conquistadores que llegaron a América, aprendieron el arte de marear, y las rutas de exploración de esta triada perfecta, que acompañó a Colón y continuo las exploraciones del nuevo mundo, de la cual recibieron su primer aprendizaje.
No fueron aventureros ni ladrones los que dirigieron la conquista de América, como se dice vulgarmente detrás de bastidores en la trastienda, -quienes la descubrieron, tenían sobre sus cabezas la aureola de sabios, los más sapientísimos que Europa entera tenía a la vista para fin tan extremo. Esos eran Cristóbal Colon, Juan de la Cosa, Américo Vespucio y Martin Fernández de Enciso, acompañados de otro experto en navegación como Ojeda. Triada sapientísima que acompañó al insigne navegante, pues todos estos inciertos parajes, desde islas, tierra firme, ríos, golfos, valles, y serpenteantes cordilleras, fueron demarcados respecto de su ubicación, posición, y grado, en la esfera celeste, incluyendo su distancia en leguas, una respecto de la otra,  con extremada perfección.










VI

Referencia de los principales cronistas de Indias


<!--[if !supportLists]-->1.     <!--[endif]-->Al revisar cuidadosamente las fuentes por donde deviene la historia, en este caso los registros más antiguos, de los primeros cronistas de Indias, Fernández de Enciso, Bartolomé de las Casas, Fray Pedro de Aguado, Fray Pedro Simon, Juan de Castellanos, Gonzalo Fernández de Oviedo, Cieza de Leon, Juan de Vadillo etc. Se deduce por el fenómeno de la abstracción, que la cultura Zenú, es la PRIMERA GRAN CULTURA QUE CONOCIERON LOS ESPAÑOLES EN AMERICA. Hecho que no se ve reflejado adecuadamente en las construcción históricas elaboradas con posterioridad, en la Colonia, periodo de la Independencia y la República y aún en el periodo de la modernidad,- toda vez que adquieren notoriedad e importancia como centros metrópolis del poder Español: Santa Marta, Santafé de Bogotá, capital del Nuevo Reino de Granada, Cartagena, Nueva España (Tenochtitlan) en México  y el Cuzco capital del imperio Inca, limitándose a reseñar literalmente lo dicho por estos, sin ayuda de la abstracción como fenómeno del pensamiento, que permite hacer, después del análisis del hecho investigado, la comparación y diferenciación, llegando al punto nodal de la síntesis creadora.

<!--[if !supportLists]-->2.     <!--[endif]-->Los estudios históricos de la modernidad parecen centrarse más en sus manifestaciones físicas, culturales, sus relaciones con el medio ambiente, la divinidad, sus medios de trabajo, su capacidad para transformar el paisaje, sus obras de ingeniería hidráulica, la importancia de la metalurgia del oro, la Cestería, y las transformaciones políticas y administrativas que ha tenido la región y su afectación directa o indirecta con las comunidades. ¿Quién puede dedicar un minuto de atención a que los mayores cargamentos de oro y metales preciosos, llevados del “Gran Cenú”, superiores 5 veces a la de los grandes imperios indígenas (Mexicas e Incas)  y en calidad? -puesto que al decir de los españoles dichos tesoros eran de los de  más alta ley encontrados en América y con los cuales se pagaron primeramente las deudas de los reinos de Castilla y de Leon, después las de la Corona Española, contraído con la casa Welser, desarrollando al mismo tiempo a los banqueros Alemanes y con ellos a la banca mundial, y es que la magnitud de estos tesoros permitieron: a) La unificación de la moneda en Europa. b) La Revolución industrial. c) El desarrollo del capitalismo en Europa.
El ensayo pretende afirmar categóricamente a partir de estos registros, varias tesis que como atributos, deben sumarse a los ya existentes, en el inmenso pedestal que la humanidad debe erigir a los Zenúes: a) Es la primera gran cultura americana conocida por los españoles. No la segunda ni la tercera. Si bien los Antillanos y Urabáes, fueron sus primeros contactos, estas culturas no fueron determinantes para el proceso de Conquista, su aporte a la colonización y mestizaje, abastecimiento de víveres  y producción de alimentos como lo fue la Zenú. b) La mayor proveedora del metal oro de alta ley c) La primera cultura hortícola de América. Despensa agrícola. d) Puerto seguro de las naves que fondeaban a cierta distancia de la costa. e) Punto de sostenimiento de la ciudad de Santa marta, y posteriormente de Cartagena, tal como consta en diversos registros históricos de manera Fragmentaria. 

<!--[if !supportLists]-->3.     <!--[endif]-->Para España, como para sus adelantados, ninguna cultura precolombina satisfizo tantos sus intereses, en tan variados campos de la vida socio- económica, como la Zenú. Es más, una segunda conclusión por demás interesante, del presente ensayo, es plantear de manera categórica,- que la etnia Zenú, fue sin lugar a equívocos, 2) la gran despensa alimentaria de ultramar, tanto para las naves, como para las primeras ciudades exitosas. Santa Marta, y Cartagena. Gonzalo Jiménez de Quezada, partió de Santa Marta, río de la Magdalena arriba, llevando por delante a los trocheros del Caribe, los Zenúes. “Naos y Bergantines españoles, solo podían aprovisionarse seguramente, a lo Largo de la costa , entre el rio Atrato y el Cabo de la Vela, en su punto medio, por los Zenúes, Arboletes, San Antero, Coveñas, Tolú, que estos (los españoles,) consideraron pacíficas y amigables, y en donde mayor oro y provisiones alimentarias, obtuvieron en la etapa de intercambio.(1501-1510-1525 ) Máxime cuando otro dato histórico, se suma en su refuerzo; cual es, el de que,- las dos colonias primigenias, San Sebastián y Santamaría, habían sido retomadas por los indios flecheros, (Urabaes) y las próximas- a la de la península de la Guajira, o cabo de la Vela, se sabía eran indómitas, beligerantes y antropófagas, caso del cacique Poiencayo, (reunió 25.000 guerreros en bahía portete contra los españoles).

Despejando incógnitas dicen los matemáticos, la Etnia Zenu asentada en su punto medio de la costa Caribe, los actuales puertos de Turbo, San Juan de Urabá,  Arboletes, Puerto Escondido,  San Antero, Coveñas, Tolú, que ocupaba además, gran parte del territorio del Magdalena, Cesar, Bolívar, Serranía de san Jacinto, es la única que pudo cumplir esa función de intercambio y aprovisionamiento, con las ciudades antillanas Santo domingo y las Española especialmente -despensa alimentaria- de las nuevas posiciones de tierra firme, ciudades exitosas, Santa Marta fundada por Rodrigo de Bastidas en (1525) y Cartagena, después, por don Pedro de Heredia, dado su particularísimo desarrollo agrícola, que la permitía tener excedentes para el intercambio, su acendrada vocación pacifista, encontrarse en un estadio superior de civilización, lo cual hace inobjetable su diferenciación con otras etnias, La teoría de la Despensa Alimentaria se sustenta, no solamente por lo dicho por los primeros cronistas de Indias, Fray Pedro simón. Fray Pedro de Aguado, Juan de castellano, Bartolomé de las Casas, Fernández de Enciso y Gonzalo Fernández de Oviedo, sino por hechos históricos, confirmados posteriormente a saber, Informe de Pedro Badillo a la Corona Española, Academia de Historia de Cartagena de Indias Archivo Histórico, Sitio de la Plaza de Cartagena de Indias, por el pacificador Pablo Morillo, doc. Archivo histórico, Academia de historia de Cartagena de Indias. Rio Sinu, Luis stripper.
Después de retomar a Fernández de Enciso, y a otros cronistas de la época, la conclusión inobjetable es que de mantenerse tal infundio, le estaríamos restando importancia al papel de nuestra etnia dentro de las culturas precolombinas. Ciertamente la Maya, nos supera en Astronomía, pero la Zenú supera a todas en Ingeniería hidráulica, y agricultura tecnificada, organización social para el trabajo y la vida comunitaria, lo confirma la inmensa obra de terraplenes y canales, que modificaron el medio ambiente y su orografía natural, en sus cuencas hidrográficas del Sinú, San Jorge, Cauca, Nechí y Magdalena, comprensiva de la serranía de San Jacinto, Montes de María, Depresión Momposina, toda la región de la Mojana  Sucreña, el valle del Magdalena, comprensivo del hoy departamento del Cesar, Atlántico, el gran Bolívar, Córdoba y parte de Antioquia: como lo confirma la identidad de rasgos encontrados en múltiples estudios científicos, Antropológicos y de metalurgia prehispánica temprana: Reichel Dolmatoff “Investigaciones Arqueológicas en el departamento del Magdalena: Arqueología del río Ranchería, Arqueología del río Cesar, (Bogotá: Ministerio de Educación Nacional, 1951)”, Falcetti Ana María-“El oro del gran Zenú”-; plazas Clemencia-Falcetti Ana María: "Asentamientos prehispánicos en el viejo rio San Jorge ".Litografía  Arco 1981.- Rio Sinú y San Jorge del aventurero francés Luis Stripper, que fuera parte del ambicioso proyecto de la "Compañía del Sinú", por resaltar algunos, además de los referentes históricos que en materia de documentación reposan en el archivo histórico de la Nación etc.
El Gobernador Badillo de Cartagena, en un informe a la Corona, que es registro histórico, afirma: “que con los excedentes de oro, encontrados en el Cenu, en un cementerio indígena después de sacar la 1/5 de oro y el pago a los soldados, se sostuvo económicamente por 10 años la Gobernación de Cartagena"
Más adelante en la independencia, cuando Morillo sitió a la ciudad de Cartagena, existe el registro histórico de una expedición patriota fracasada, que salió al Sinú y la Mojana a recoger víveres para sostener la plaza, pero que le fue cortado el paso por la escuadra española y no pudo cumplir su cometido, indicando este registro cuán importante para la ciudad era la vena fluida de víveres para el mercado de Cartagena.






VII

Cultura Zenú


E
sto es definitivamente el descubrimiento de una civilización, que asombró a España y a Europa, despertando la fiebre del oro en 1534, cuando Pedro de Heredia saqueó sus poblaciones, como asombró 24 años antes a los primeros expedicionarios, que con Juan de la Cosa y Fernández de Enciso descubrieron su territorio e informaron a la Corona Española y a Europa de sus descubrimientos, arguyendo,” que había tanto oro, que no sabían si lo cultivaban y cosechaban, y naturales en más apreciable cantidad que la de los reinos y provincias de España juntas". Primera leyenda del dorado, difundida por Martín Fernández de Enciso en toda Europa, quien además de llevar indígenas ante los reyes de España, llevó noticias del oro Zenú, lo que propulsó las nuevas exploraciones  y reconquistó la fe de los Reyes católicos un poco disminuida en la del propio Colón.
Estamos hablando de un periplo histórico de más de casi dos  décadas, que subyace sin mayores explicaciones entre  1509 - 1525 donde, parece ser que la única costa adventicia que recibió a los españoles, fue la comprendida entre el Golfo de Urabá y  el de Morrosquillo. Alberto Mendoza Cándelo historiador en su obra “Provincia de Cartagena - Estado soberano de Bolívar- Poblamiento y división política” dice lo siguiente: “Al fracasar la expedición de Alonso de Ojeda en 1510, el litoral meridional del Caribe se convirtió en una tierra de nadie proveedora de esclavos para las Antillas”.
Afirmación que refuerza las tesis presentadas de que en ese periodo entre 1501 y 1525 la región media de la costa Caribe habitada por los Zenúes aportó la única mano de obra calificada para el afianzamiento y sostenimiento de la española y todas las islas antillanas.  No he de mencionar a otros hombres, que estuvieron con la expedición de Ojeda, pues estos no son determinantes para el propósito del estudio, y su recreación histórica, es meramente anecdótica. La mención anterior nos catapulta al pináculo de la historia antigua, en el concierto de las culturas precolombinas, en yuxtaposición considerativa con otro tipo de culturas, tales, como Mesopotámica, por sus similitudes,( valles regados por grandes ríos- corteza terrestre vegetal más densa, y con altos contenidos de nutrientes orgánicos, minerales), por consiguiente pueblos, con una cultura Agrícola, rica en actividades lúdicas, en un estadio de civilización avanzado, que aún no había llegado a la formación de un Estado unificado con ejército, pero que había desarrollado medios de control pacíficos, con una jerarquía de sus comunidades, y un desarrollo colectivo, con división social del trabajo  organizado. Etc.
Todo parece indicar, con los registros históricos fiables, a la mano, que no sólo fueron uno de los primeros pueblos, sino que las exploraciones de tierra firme y las llevadas a cabo por todo el litoral Caribe, no hubiese sido posible efectuarlas, sin el particular, abastecimiento que los Zenúes brindaron a los bergantines Españoles de don Rodrigo de Bastidas, Alonso de Ojeda, Vasco Núñez de Balboa, descubridor del mar del Sur, Francisco Pizarro, conquistador del Perú, Juan de la cosa, y Martín Fernández de Enciso, en el primer periodo entre 1501 y 1510. Y aun después en los siguientes periodos 1510 a 1525, fundación de Santa Marta y el siguiente decenio hasta 1534 fundación de Cartagena, cuando recorrieron el litoral costero. El primer periodo 1501 a 1510 Periplo histórico, relatado en varias partidas de dichos acontecimientos y unos de los libros incunables que relatan la conquista de América, donde aparecen diversas notas, entre ellas la ubicación del "Gran Cenú", las diferencias sustanciales con los flecheros que habitaban la extensa zona del litoral Atlántico y los que según él (Fernández de Enciso), habitaban el interior del continente. Summa de Geografía, es y debe ser el primer referente, historiográfico de nuestro pasado lejano, lo cual evidencia, que nuestra etnia, está dentro de las primeras que conocieron los españoles que llegaron a territorio continental, que fue reportada a la Corona Española y además, de la que con certeza se sabe, aprovisionaba los barcos, de guarniciones alimentarias, como el maíz y la mandioca, de cuyos sembradíos, se dice en el citado incunable Summa de Geografía ,"son extensos en gran parte de sus territorio tubérculos, como la yuca, batatas, frutas, como las piñas, mameyes, mangos, guanábanas aguacates, bebidas como la chicha de maíz y el vino de palma ( Corozo), Sembradíos de algodón con el que fabrican mantas con telares de innumerables hilos y el oro de la más alta ley, que se ha encontrado en estas comarcas".
Fray Pedro simón en sus NOTAS HISTORIALES, II TOMO señala que: “el cultivo del maíz, es más antiguo en el sur y que es más probable que de aquí se hubiera extendido hacia el Caribe, y centro América y no en sentido contrario”.
El primer pueblo indígena, según esos mismos relatos, después de Santa Maria La Antigua del Darien Y San Sebastían de Uraba,  será la población indígena de Gaita, (Cayta) nombre indígena, a donde arriba una expedición, de Alonso de Ojeda, capitaneada por Juan de La Cosa Y Fernández de Encizo que fondea frente a la desembocadura del Rio Sinú, en sus planes de intercambio ya efectuados con regularidad por la zona, y confiados de su amistosidad, decide remontar el rio, hasta encontrar el caserío del cual existe el registro histórico, con todos sus avistamientos, rebautizado en las vegas del río Sinú, a quien los españoles rebautizaron como San José De Gaita,(expedición de Juan de la Cosa,-y de Fernández de Encizo-1501-1510)), - Por el relato, se deja entrever que en el descubrimiento del Cenú, no hubo mayores “guazabaras”, por lo menos no existe un relato que ofrezca mayores evidencias, que nos ilustre sobre contiendas. Todo parece indicar que los cronistas trataban de impresionar a la Corona, y cualquiera de sus conquistas las convertía en grandes hazañas. No existe ninguna evidencia, de grandes batallas, confrontaciones abiertas en las expediciones del gran Cenú. Lo que contrasta con expediciones en otros territorios de la Costa Caribe, Santa Marta, Cartagena, Conquista de México y del imperio Inca.
Los españoles en su primera incursión sobre el territorio Cenú, encontraron la población de Gaita,- Cayta,  que después tomo el nombre de Santacruz de Lorica. Se desprende de estas partidas que la Fundación, de Santa marta, y de Cartagena, es en etapa posterior, y el sostenimiento de estas ciudades dependió, de la gran despensa alimentaria que según los propios cronistas españoles lo fue, la región del Sinú, corroborado en segundo lugar por los cronistas del segundo periodo, que relatan las " hazañas " de don Pedro de Heredia y su hermano Alonso en 1534. No solamente, son los cronistas de indias, los que soportan la tesis de la Despensa agricola que pretendemos enunciar, en general todos los historiadores, hacen multiplicidad de menciones referentes, a la feracidad de los valles del sinu y San Jorge, sino que además tales referencias se denotan con mayor regularidad y énfasis, respecto de las habilidades para la agricultura de esta etnia prehispánica y especialmente, de ser el afluente principal de víveres para los mercados del Urabá chocoano, y los mercados de Santa Marta y Cartagena.

Según los propios españoles, el sostenimiento de estas ciudades fluía de este gran mercado de víveres de los Zenúes, que abarcaba la actual Mojana Sucreña. Todo parece indicar, que los peninsulares establecieron buenas relaciones con los naturales americanos Zenúes, y no una exterminación masiva como se afirma, por algunos autores que desconocen los procesos sociales del materialismo histórico con sus implicaciones económicas, de base superestructura, y la génesis y desarrollo de las sociedades, quienes aplicaron el modo de producción conocido como el vasallaje, por varias razones que considero fundamentales. 1) La Primera es que los españoles necesitaban de un aliado estratégico en el continente, para poder adentrarse en el mismo, dada la inmensa superioridad de número, de los naturales que poblaban la costa Caribe y de la particular belicosidad que exhibieron las primeras tribus contactadas, caso de los Urabaes y sus experiencias negativas en san Sebastián y Santamaría. 2) Segunda. la comunidades Zenúes, fueron como lo demuestran las crónicas, comunidades singularmente pacíficas, cuya actividad principal era la producción de alimentos, no la guerra, lo que no quiere decir  que se despojaran de tan elemental medio de defensa, el arco y la flecha herboladas, que es conocimiento virtual acumulado en siglos antecedentes provenientes de sus hermanos caribes.
Los Zenúes en razón de encontrarse en un estadio avanzado de la comuna primitiva en descomposición, etapa del matriarcado, en lo que respecta a la organización social, con una diferenciación de clases que hace suponer una nobleza todavía socialmente aceptada, sustrato básico para la organización de un Estado embrionario, cuya autoridad se afirma, por la parentela de los caciques, y funciona principalmente como ordenadora de los trabajos comunitarios. 3) División social del trabajo caracterizada por las comunidades Finzenú, Panzenú y zenúfana, donde es plenamente dominante un avanzado régimen agrario, caracterizado, por distritos de riego, conocimiento pleno de la orografía, primera razón de peso, para establecer, su condición de sedentariedad y pacificidad endilgado.

Su organización social de clanes familiares explotaba la tierra, de manera natural, y pacífica, tan profundamente ordenada que hasta nuestros días se conserva esa poderosa y atávica costumbre.
Fue el Bachiller Martín Fernández de Enciso primer cronista de Indias, quien relata en su obra en comento publicada en 1513-19. Las peripecias, avistamientos de caseríos y pobladores indígenas de una región perteneciente al cacique Cenú, naturales menos belicosos que los Urabaes del Darién. Estos, dedicados a la agricultura, elaboración de cestos y que tenían grandes sembradíos, de una planta que llamaban maíz, y recogían cosechas de varios tipos de tubérculos, con los cuales se aprovisionaban las naves para continuar los viajes. Fernández de Enciso y su compañero de aventura Juan de la Cosa, remontan el sinú, pero parece ser que estos expedicionarios, se reservan los grandes secretos del Cenú, pretendiendo esperar una oportunidad mejor, toda vez que por la época se ventilaban las disputas territoriales entre las gobernaciones de Castilla de oro, la nueva Andalucía.

















VIII

La revelación de un secreto


F
ernández hábil jurisconsulto y cosmógrafo reconocido, entre 1509 - 1513 viajó a España, tal vez la mente más omnicomprensiva que tuvo la conquista de América, puesto que su libro es verdaderamente uno de los más grandes tratados de historia, geografía y astronomía escritos para la época, tal que con los años y el advenimiento de la modernidad fue considerado unos de los siete libros incunables de la antigüedad y hoy patrimonio cultural de la humanidad. Sorprende la importancia que  un historiador del mundo en el siglo XVI, primeras dos décadas, dividiera el orbe conocido en tantas partidas como partes de él existían; y dejara al referirse al nuevo mundo- “Indias Occidentales” una parte de ellas  a la región del “Gran Cenú”. ¡Como quien dice, somos más importantes para la historia del mundo que lo que hemos sido  valorados, por la propia historia patria y por nuestros  connacionales!. 
Estar registrados en SUMMA DE GEOGRAFIA que debiera ser nuestro catecismo Astete y nuestra heráldica suprema, es motivo de orgullo de nuestra progenie. Enciso estando en España  indispuso a Núñez de Balboa, sobre la ilegalidad de su mandato, sobre territorio de Nicueza y su injusta muerte, achacando toda responsabilidad a éste. Regresó al poco tiempo con la expedición de Pedrarias, coronel de los ejércitos españoles, -relevaron a Núñez de Balboa mediante un juicio de residencia, que se venía venir y que finalmente terminó con la pena de muerte para el adelantado del sur. Enciso,  pertenecía al grupo de Alonso de Ojeda y Juan de la Cosa, en una incursión los hombres de Juan de La Cosa, en el actual sitio de Cartagena, son sorprendidos y aniquilados completamente por los Calamaríes junto con su jefe. Así el secreto de los caminos, y rutas del gran cenú y el oro, quedan con Enciso, tal vez en una borrachera, los trasmite a un soldado, y por conducto de este, a don Pedro De Heredia.







IX

Tercera expedición al “Cenú.”


E
n 1534, -24 años después de Enciso y Juan de la Cosa, Pedro de Heredia, inicia la tercera gran expedición al Cenú, pertrechada en caballos y hombres, entra por segunda vez al Cenú. Decimos que es la tercera porque hemos sostenido que la primera,  la efectuó Fernández de Enciso. La segunda seria la de Francisco Cesar comisinado por Heredia para buscar víveres en la población de Balsillas hoy Villas de Tolú en el momento de la fundación de Cartagena. Después vendrían las de los Heredia. Esta vez atravesando los montes de María, ruta actual de Pasacaballos, San Juan Nepomuceno, para caer al actual territorio de la Depresión Mompoxina, saquea dichos territorios, con cuadrillas de negros que acompañan su expedición, pueblo por pueblo caserío por caserío, templo por templo, cementerio por cementerio. Es la expedición, más famosa y violenta de la conquista americana, puesto que no se necesitaba la violencia para dominar a una población pacífica dispersa en toda la zona del gran cenú, se obtiene para la corona Española el mayor botín de oro, superando los enviados por Hernán Cortes de México y Francisco Pizarro del Perú, en cinco mil ducados de oro a los que recibiera cada soldado en el magnificente reparto a de México y Perú.  Expedición del Sinú, que le daría honor y gloria a don Pedro de Heredia, pues logra en su sangrienta campaña, decomisar a los indios gran parte del oro, que encontró en la depresión Momposina, de a donde Heredia se llevó el "Puerco Espin de Oro", que pesaba 4.1/2 arrobas de oro puro, de alta ley, la pieza más grande encontrada en América, después siguió a los templos del Panzenu, y Finzenú, pueblos indígenas de Mexión, Chenú, Faraquiel, de esta incursión funda la villa de Santiago de Tolú, San Benito de Abad, Villa rica de Madrid y Yapel.








X

"Los Zenúes pueblo descendiente de la raza caribe"


C
ita que aparece en todos los textos, -¡otra inexactitud!. Lo que sí es inobjetablemente cierto, es que el pueblo Caribe se fundió con los Zenúes del interior, durante un ejercicio que pudo durar centurias, las pruebas de carbono 14, hechas a distintos hallazgos en diversas zonas de los valles, al interior de las cuencas de los ríos Cauca, Sinú, San Jorge y Magdalena, datan indistintamente de 8.000, 6.000, 4.000 años A.C. (Fósiles de puerto hormiga) las más recientes del 2000 A.C. Momíl ( descubrimientos palan teológicos de Dolmatoff - Falcheti), remotas edades en las que debió efectuarse el traslado de las comunidades indígenas amazónicas, dado las especiales características, que los asemejan a sus hermanos Muiscas, chibchas y Especialmente a los Emberá katíos. Etnia más cercana a los Zenúes, y parte integrante de ésta, que habitó la parte montañosa cercana al nacimiento del rió Cauca, colindando hoy con Antioquia. Emberá Katiós que se encontraron en el trapecio amazónico, especialmente el actual departamento del Caquetá, lo que demuestra la similitud de rasgos, físicos culturales y de lengua. La cultura Zenú Por el contrario los litoreños lo fueron tribus más atrasadas, y cuyo régimen alimentario provenía de la caza y de la pesca rudimentaria, lo que indica un estadio de desarrollo inferior al de los Zenúes y explica al mismo tiempo sus características de nómadas, flecheros y antropófagos y el exterminio a que fueron sometidos por los españoles.
Con el tiempo Zenúes y Caribes, se fueron entremezclando hasta tal punto que la cultura Zenú, muy superior al Caribe fue subsumiéndola en su totalidad a la litoreña.








XI

La Barbarie, Apocalipsis II


La cultura invasora española, para afianzarse en territorio americano, le resulta necesaria la eliminación física de la etnia propiamente caribe.
S
e explica en que las tribus nómadas, antropófagas y de flecheros, eran absolutamente innecesarias para el proceso de conquista, ni siquiera como esclavos podía ser aceptada, puesto que implicaba una carga alimentaria que debía surtirse de cualquier modo. Y tal situación era inaceptable para los españoles, cuya repugnancia al hábito de dichos naturales, de comer carne humana, entrañaban un peligro familiar y social, que debía ser eliminado de una vez. Tal función la cumplieron las partidas de esclavos negros que acompañaban las expediciones, habidas de cumplir el mortífero mandato de sus  amos peninsulares, para salvar la suya propia y estar más habituadas y condicionadas, al clima ardiente de estos valles y ríos, similares un tanto en ardentía, a las tierras y climas de donde también fueron violentamente  sustraídos. Pero las comunidades negras habrían de tomar venganza de los blancos esclavistas una vez las expediciones españolas se desintegraban por acción del tiempo, las enfermedades tropicales, y aun la resistencia indígena y desertaban a todo lo largo de la costa caribeña, fundiéndose rápidamente con los indígenas en palenques o poblaciones aisladas de los caminos y rutas de exploración. La primera de ellas como ejemplo primario se dio en Santa Maria la Antigua la que fue quemada, otro ejemplo el Palenque de San Vicente de Basilio. Gran parte de la Costa Caribe sus ascendientes son de origen africano y su descendencia mulata primando la población indígena de origen Zenú.
 Se explica así la colonización y concentración de población negra en esta área de los actuales montes de María, Tolú viejo, San Onofre, Ovejas, el Urabá costero.







XII

Formulación de una hipótesis: Expansión de la cultura Zenú


O
tra hipótesis, surge como consecuencia de la anterior: y es que la Cultura Zenú. Con la llegada de los españoles, llegó a su máximo punto de expansión, aun que fueron doblegados y dominados, en razón de dos fenómenos: la superioridad técnica, expresada en el conocimiento de la Guerra, y la utilización de los mosquetes, la Pólvora, y los caballos como herramientas de esta, lo que frente a los indígenas resultó una manifestación de hombres superiores. La necesidad de sus sembradíos para el mantenimiento de las ciudades y pueblos, como mano de obra alimentaria y productiva, en estancias, villas, minas, etc. Su conocimiento del territorio interior, sin el cual no fue posible explorar tierra adentro .y asegurar el siguiente paso de colonización.
Los Zenúes, eran vitales para la subsistencia de las primeras colonias, y aún para la supervivencia de los pueblos y ciudades fundadas por los españoles, como mano de obra, para la servidumbre, primer oficio imputado, mestizaje relación directa con la mujer indígena, de la cual los españoles afirman ser "limpia, y gentil", dice Enciso, "que se bañan hasta tres veces en el día", Insustituibles en la agricultura, como sembradores y recolectores de cosechas, situación que permite su vigencia reproductiva, hasta principios del siglo, XVIII, y aun en pleno siglo XX, son los recolectores de cosechas por excelencia; hasta que fueron despojados de sus tierras, cuando se trasplanta a América el modo de producción feudal Europeo. Aquí si se produce una nueva necesidad histórica de eliminación física de los zenues como población. En esta época se ha producido el fenómeno de acaparamiento de las tierras por los europeos, los sembradíos pertenecen a estos, se van reemplazando por villas y estancias de colonos españoles, ampliamente documentado por el estudio sociológico de Fals-Borda;  quien documenta el proceso histórico de desarraigo violento de los indígenas por descendientes de conquistadores, encomenderos, y colonos, Interesante trabajo e investigación histórica y sociológica, de las comunidades zenúes a quien el autor, describe como cultura anfibia en su HISTORIA DOBLE DE LA COSTA.
Dos mundos diferentes, dos modos de producción contrapuestos, en espacios de tiempo que hay que segmentar, fueron los aborígenes encontrados por los conquistadores y hay que precisar esta segmentación de población para no incurrir en el error histórico de meter a todas en una misma bolsa: unos nómadas, comedores de carne humana, que fundaban su modo de producción en la caza y la pesca, fundamentalmente, y otros con una elevada organización pacifista, de protección de las comunidades, con división social del trabajo, donde la mujer está en el centro de la organización social y ocupa un papel predominante. Algo así como una comuna primitiva en descomposición, que pasa por la fase del matriarcado, pero especializada como ninguna en varias actividades lúdicas, como la Agricultura, la minería, y las artesanías, comparable a la Maya-Meso andina. En fin una civilización que no requería fuerza militar, ni de policía para su adecuado funcionamiento.
Los Zenúes se mantuvieron vigentes hasta el momento de la conquista, y después de ésta, tal que los Españoles, exterminaron al litoreño, belicoso (Urabaes y Caribanes o Calamaríes, Turbacos) y se mezclaron y se apoyaron con lo Zenúes, quienes fueron artífices de las sucesivas exploraciones de los conquistadores, entre ellos la de Gonzalo Jiménez de Quezada, etc.
Me uno a la tesis, de que los Zenúes, no son descendientes de los Caribes, tal como lo informan los estudios de paleontología, (Dolmatoff- Falcheti). Razones históricos de peso, señalan que los Zenúes, fueron las tribus más adelantadas, en materia de organización social, política, económica; se encontraban en un estadio adelantada de la agricultura, habían sobrepasado la edad de los metales, expertos fundidores del oro, en el que manejaron el entramado y la filigrana, mucho mejor que sus hermanos, Muiscas y Chibchas, Arhuacos y Embera- Katíos, sus parientes más cercanos del interior y del trapecio amazónico.
Podemos decir que somos Caribes por nuestra arraigada continentalidad, que data de miles de años A.C.; por haber desarrollado nuestra cultura milenaria en este territorio, y haberse fundido con nuestros hermanos Caribes en el paraíso terrenal, como lo predijeron desde Aristóteles, Seneca, Erastotenes, Teofrastos, que este quedaba en el centro de la línea equinoccial, donde el sol deja caer sus rayos perpendicularmente  y que compartimos familiarmente con nuestros hermanos Arhuacos, Wayuu, Guajiros, Taironas, Urabaes, Tucununas, Calamaries, Turbacos, Embera Katios, , Coquibacoas Y Centenares De Tribus que Poblaron El Caribe con quien nos entremezclamos en el crisol de los siglos para ser una sola identidad costeña, con generaciones de blancos europeos, negros africanos, para fundir una raza, que tiene de todos, su aporte genético y la más encantadora de las musas tropicales que pueblo alguno ha cantado sobre la tierra: la cumbia,  el vallenato,  el porro y el bullerengue.








XIII

Ubicación de la gran ciudad de los Zenúes


N
inguno de los antiguos cronistas nos refiere la existencia de una populosa ciudad.  De los registros solo Yapel es mencionada en los de Fray Pedro Simon, Cieza de Leon, Bartolomé de las Casas y Juan de Badillo.
Otra inexactitud, tal vez el gran equívoco de los historiadores, y por consiguiente de la historio-grafía, está en la ubicación de la gran ciudad de los Zenúes. Todos los historiadores, con muy contadas excepciones, afirman que se encontraba ubicada en o cerca de la actual Montería, "a orillas del rio Sinú, o sobre las vegas del rio Sinú". Con un caserío de 70.000 habitantes. Otros lo ubican en (San Jerónimo de Buena Vista, otros en el actual Betancí, donde efectivamente existió un caserío de indios, lo mismo que en Faraquiel, cerca de Montería. Enciso habla de “una región o pueblo, Mocri”, asimilable tal vez en el tiempo a Mocarí, y de otros lugares como “Cubra y Cuda, donde la tierra es tirante y colorada y se coge el oro en los arroyos atravesando redes; y que de esta manera cogen los mayores granos y los traen al lugar que se llama Cenú
Otros en pleno centro del territorio de Mexión, donde hoy se encuentran las poblaciones de San Andrés, Tuchín, chinú y Sampues. Los Sucreños, lo sitúan detrás de Chinú, en la villa que se llamó San Benito de Abad, por 1534, cuando llega Pedro de Heredia, aquí aparece el segundo registro histórico documentado. Allí se habla de un pueblo indígena, gobernado por la cacica Tota y del Cacique Chenú, en un territorio cerca a la que hoy ocupa la actual población de Chinú y San Andres de Sotavento, luego el segundo registro documentado históricamente lo hace Pedro de Heredia de un pueblo importante, donde se encontraron alrededor de sus templos y cementerios el gran tesoro de los Zenúes. Pero ninguna referencia se hace, ni por Fray Pedro de Aguado, Fray Pedro Simón,  ni por el propio Enciso, de una población concentrada de 70.000 indígenas. 
La codicia del oro, del cual no encontraron sus betas o minas, hizo pensar a los españoles que el Dorado estaba en otra parte, y efectivamente los indios lo tenían en otra parte, lo sacaban del Cauca, y del Sinú, pero este era enviada al territorio de Mexión o Finzenú, a las autoridades indígenas, y para las ofrendas religiosas y funerarias. Sitio distante hoy en día a 80 - 90 kilómetros de la actual Montería, y a más de 140  de la actual Betancí, con respecto de Chenú, donde el gobernador Heredia referencio a la Cacica Tota,  lo que descarta a ambas poblaciones como epicentro de dicha ciudad incógnita.
Se descarta la ciudad de Montería, primero porque esta villa fue muy escasa en población indígena, y la poca de que se habla, es registrada apenas en los dos siglos anteriores. Faraquiel templo funerario muy importante no fue un caserío de indios, tan grandioso para albergar 70.000 almas, pero si fue refugio temporal del oro de Mexión, que después  del saqueo de Heredia fue traído y escondido por los naturales indígenas que esperaban una nueva invasión de sus territorios como efectivamente ocurrió.
Betancí merecen el mismo señalamiento; luego la gran Capital Finzenú, parece ser no una, sino varias que se congregaron alrededor de la Ciénaga Grande (poblamiento Lineal), que concuerda con el  corredor artesanal  y que hoy lo constituyen: Lorica (San Jose de  Lorica,  la Tercera población fundada por los españoles en tierra firme),  Momil, (la más antigua del territorio Mexion 2.000 A.C. ) San Andres de Sotavento, (27 poblados indígenas) Chima, Chinú, Sanpues, San Benito de Abad y Cereté, colindante con su vereda Carolina, con la población de Chimá, por la ciénaga Grande y Ciénaga de Oro integrada a la ciénaga grande por los caños de Aguas Prietas. A menos  que pudiera encontrar otros datos más puntuales, tendríamos que aceptar que todas estas poblaciones indígenas ancestralmente han reivindicado a sus progenitores,  como del territorio de Mexión, hecho particularmente aceptado por todos.

















Los organismos internacionales y la etnia Zenú.


O
bservo los vehículos de esta organización mundial, con sus antenas extra -largas, colocadas en los parachoques de sus poderosas camionetas 4x4, desplazándose por áreas urbanas y rurales de nuestra geografía. Me pregunto cuántas veces han recorrido, los parajes taciturnos, apostados a lado y lado de las serpenteantes carreteras que atraviesan el resguardo de San Andres de Sotavento, territorio de Mexion, y cuna ancestral del pueblo Zenú.
Me pregunto Acción Contra el Hambre cuanta asistencia habrán dado a nuestras comunidades? Figura los indígenas de esta vasta región en sus programas? La F.A.O, se percata de su existencia y de su necesidad. Se ha ventilado en una instancia internacional el descuido intolerable, en que el Estado Colombiano, tiene. A estas comunidades, que tal vez, representan el bastión más orgulloso de la identidad nacional. La ONU. hace lo propio para reparar tanto agravio a su riqueza, y tanta ofensa a su dignidad.  La misma España y por su conducto Europa debiera sentirse avergonzada, de su silencio de 5 siglos, frente a esta piel cobriza de indígenas milenarios, que arrastra en la estepa sabanera, su pesada carga, de haber entregado un día ya lejano, bajo la explosión de la pólvora, en la boca de un mosquete, y por las manos de un corsario, su gracia, su donaire, su civilización pacífica, su ingenio, o es que acaso, uno libro venerado, en las bibliotecas del mundo, que relata la conquista de América, tesoro incunable de la humanidad, no señala su destino de pueblo superior?.
SUMMA DE GEOGRAFIA de Fernández de Enciso, el tercer gran cronista, de Indias, después de Colón, se refiere a este pueblo como la maravilla de la creación, aún con sus desencantos, de no pertenecer a la grey de Dios. Pues bien este pueblo en cuyos túmulos, adoratorios y cementerios, los Europeos encontraron toneladas de oro, más que en cualquier parte del mundo, con el cual la Corona Española pago de contado todas sus deudas.

Oro y metales preciosos que le permitieron a Europa la gran Acumulación primitiva del capital, y el desarrollo de su revolución industrial, y la constitución de la primera banca mundial, y su gran salto al capitalismo moderno. Que además de constructor de erales inimaginables, cuya ingeniería, como las figuras de Nazca, solo pueden ser vistas en su majestuosa significación, desde la etereidad del cielo, le obsequiaron a la humanidad, el conocimiento del cultivo del maíz, gramínea incomparable, no solo por su riqueza proteínica, sino porque ella es base de la alimentación mundial.

Como si fuera poco su aporte, este pueblo cultivó en sus valles, que como los del Tigris y el Éufrates son los más ricos del mundo en corteza vegetal y nutrientes, la semilla del SESAMO, como lo hicieron todas las culturas antiguas, a diferencia de éstas los Zenúes son los únicos que descubrieron un valor agregado a sus atributos, el de la resistencia a la bio - degradabilidad del alimento, punto de partida para resolver el problema de las hambrunas que afectan diferentes zonas del planeta. Hoy 500 años después, que estamos hablando de Reparación, justicia, los Zenúes del resguardo de San Andrés de Sotavento, incluidos todos los pueblos ancestrales, de América, merecen en el dia de la raza- 12 de octubre, conmemorativo de 1492 una disculpa historica-una reparacion economica formalizada como asistencia y un protectorado de los dos organismos internacionales. FAO y NACIONES UNIDAS. Fdo. Humberto Bustos Fernández. Dr., en derecho y ciencias políticas. Miembro de la Academia de Historia de Córdoba.


















La anécdota del gobernador Rodado Noriega: enseñanza para la comprensión de nuestra procedencia multiétnica.   


E
s muy especial. Cuando fue gobernador del Atlántico el Dr. Rodado Noriega mandó construir un parador con forma de sombrero Vueltiao, por la vía del VISO entre Cartagena y Barranquilla. Cuando estaban inaugurando el parador, un morenito Barranquillero le preguntó al Dr. Noriega. ¿Ajá Dr. Noriega y para que un monumento a los indios de San Andres? ¿Eso que tiene que ver con Barranquilla, la Arenosa? dijo con su meneíto sabroso, y salsómano -el mulato preguntón!- Noriega que si sabía de Historia, y de linaje español -pura casta- al punto le contestó con una sonrisa burlona en los labios!" para hacerle un homenaje a tus antepasados " Para refrescar la memoria, los Zenues habían poblado gran parte de la costa Caribe, cuencas de los ríos Cauca, Nechi, Sinu, San Jorge y Magdalena, comprensiva de 5 departamentos costeños y parte de Antioquia y la zona media del litoral costero entre Arboletes y tolú. Con la llegada de los españoles, la mayoría de las tribus Caribes propiamente dichas, fueron exterminadas, quedando reductos aislados de los Taironas, y Wayuu entre otras. La etnia Zenú paso a ser la primera base genética de nuestra descendencia actual. De manera pues que Atlanticenses, Samarios, Bolivarenses, cordobeses, Sucreños, cesarenses, descendemos de este tronco común. Somos costeños por lazos de Sangre multi-étnica, donde la prima especie, fue la Indígena Zenú, y Caribes por el territorio que estos ocuparon.











Amerindios: el día de la raza motivo para una reparación histórica.


E
l 12 de octubre de 1492 se produce el descubrimiento de América. Las naos con el estandarte español, tocan tierra americana. En esa fecha, especial para la humanidad, pues ella es trascendente en tanto que se celebra por primera vez el reconocimiento más generalizado del bloqueo terráqueo y empieza a derrumbarse todas las teorías que consideraban a la tierra como un inmenso plano. A partir de ese día todo deberá ser revaluado, La teoría heliocéntrica ocupa el primer plano de la discusión científica, los planetas giran alrededor del Sol, y estos a su vez giran sobre su propio eje, (movimiento de rotación) al mismo tiempo que describen sendas orbitas, denominado, (movimiento de translación.), El descubrimiento de América es la prueba fundamental de su esfericidad. Luego Europa debe a América, la posibilidad física de haber completado su conocimiento del mundo. Pero se han preguntado los europeos de este Siglo, cuanto significó como acelerador, para la Gran Revolución industrial, de los siglos XVI Y XVII, los ingentes cargamentos de oro y plata, producto del saqueo violento, enviados a la corona española, al Reino de Portugal y al propio de Inglaterra. Qué habría pasado y en cuantas centurias se hubiese retrasado tal proceso. Que hubiese sido de los Banqueros Alemanes, Italianos, franceses e Ingleses y del desarrollo inusitado de la banca mundial, sin ese respaldo en metales preciosos que requerían sus incipientes monedas? Qué pasó con Marx el Filósofo y economista más importante de Europa, padre del materialismo histórico y del socialismo científico, inadvirtiendo el papel de América en su discurso de la acumulación primitiva del capital, a contrario sensu de lo que esperaba y preveía su compatriota Humboldt, de una América rebosante de posibilidades históricas para la ciencia, la política.
¿Porqué su desatención, a la importancia de América en la Gran revolución industrial, y porqué su singular silencio respecto de nuestro proceso revolucionario independentista?. - El mismo Bolívar, con su colosal odisea de vencer a la segunda potencia militar del viejo continente, recorrer el globo terráqueo dos veces y media , de a pié, a mula o en caballo, en canoa y barco, en media vida que tuvo para vivirla y gastarla intensamente; fundador de 5 Repúblicas, y libertador de indios y negros sin par,, hazaña irrepetible no superada por ninguno de los conquistadores antiguos ni modernos, tales son los calificativos de Jose Martí, al referirse a la obra de Bolívar, palabras que deberían ornar los mármoles eternos de su tumba, donde reposan los huesos del libertador, en la ciudad de Santa Marta y no las placas sosas y mudas de un museo insólito, cuyo silencio abstracto, parece una quijotesca mordaza a la boca del héroe y una contumaz burla al don de su palabra. - Las cuentas menos alegres, para responder el interrogante:-¿De cuál fue el beneficio, que obtuvo Europa de América?- Afirman que tal fortuna en metálico, “podría estar en 2.000 toneladas de oro y 22.000 de plata, sin contar las esmeraldas y los demás metales preciosos”. Habrase visto mayor tesoro desentrañado, de las selvas americanas y de sus naturales, llevados a la explotación más espantosa en minas y socavones, que en poco menos de medio siglo, hizo descender a su población nativa a 1/4 de la que encontraron y registraron aquellos hidalgos, en sus crónicas de indias. ¿O como se explica el traslado infamante de la población del continente Africano al nuestro, martirizada y esclavizada para saciar su delirante fiebre de oro, medio siglo después?
Zenúes, Caribes, Taironas, Muiscas, Chibchas, Incas, Mayas, Aztecas, Mexicas en América del sur y Centro, Sioux, Seattles y Dakotas en el norte, por señalar las culturas más importantes, deben ser restablecidos históricamente, por lo menos el restablecimiento del saqueo por las potencias Europeas de la época, saqueo entendido como un tributo obligado que impusieron por la fuerza las potencias conquistadores a nuestros y naturales de estas tierras. Lo cual según el derecho Internacional, consagrado años después, no es fuente de derecho, por tanto hasta que dichas potencias coloniales no resarzan a nuestras comunidades, despojadas ayer y hoy de bienes terrenales y amparadas en pequeños refugios de la modernidad, no se habrá de restañar las cicatrices imborrables de la conquista de América.
¿Cómo iniciar un proceso de reparación voluntario? Comunidades como la Zenú de la Costa Caribe colombiana, 1) la primera gran cultura conocida por los conquistadores españoles, 2) La gran despensa alimentaria de España en ultramar 3) determinante para la conquista de América, como que fue la primera  cultura amistosa, enteramente pacífica, dado su particular modo de producción, punto de embarque, para aprovisionar las dos primeras colonias exitosas en América las ciudades de Santa marta y Cartagena, doblemente importante porque además lo fue, la mayor aprovisionadora de oro, que tuvo España durante dos siglos de depredación.
Una sola pieza el "puercoespín", es como el vellocino dorado de los tiempos bíblicos; la pieza de mayor tamaño y peso enviada a España por don Pedro de Heredia, como que pesaba, 4. 1/2 arrobas de oro puro, encontrada, en la región Mompoxina antes de asaltar otros templos zenues en 1534. Como si fuera poco, de un solo túmulo funerario, se sacaron 19.000 castellanos de oro, y los túmulos y, adoratorios pasaron de cientos. Según registros históricos de la colonia, la ciudad de Cartagena, informe del gobernador  Badillo a la corona, relato de Striffer, explorador, ingeniero y químico francés, “Cartagena se sostuvo durante 10 años, a expensas de un cargamento de oro traído del Sinu”. Los zenúes dados sus especiales conocimientos de la agricultura, fueron implantados por los propios españoles en toda la Costa Caribe, las Antillas y América central, y sus conocimientos socializados en toda esa inmensa área. La cultura invasora se afianza siempre en una especial cultura dominada, para entroncar el proceso invasivo. En este especialísimo caso, la cultura Zenú y la etnia como tal, cumplió dicho papel.




Crónicas de Indias 


P
rincipales cronistas de indias, que revelan facetas nucleares, nichos historiográficos subyacentes del ensayo. Tal vez el mayor acierto, consiste en juntarlos en un solo texto, lo que ya de por sí es una labor compiladora novedosa y cruzar dicha información con la propiamente científica de la modernidad, de las investigaciones efectuados por Reichel Dolmatoff-Dusan, plazas clemencia, Ana Maria Falchetti, ligadas a la palenteología y metalurgia temprana, le dan notable respaldo a su planteamiento, concatenan las construcciones históricas y le dan sentido a su discurso.
















Suplemento I

Requerimiento


De Martin Fernández de Enciso al entrar a la región del “Gran Cenú”. Formula ritual que se ordenó utilizar antes de someter a los Indígenas.
“Yo requerí de del parte del Rey de Castilla, a dos caciques destos del Cenú que fuesen del Rey castilla, y que se les facía saber cómo había  un solo Dios, que era trino y uno gobernaba al cielo y a la tierra; y que este había venido al mundo y había dexado en su lugar a Sant Pedro; y que sant Pedro había dexado por sucesor en la tierra de Santo Padre, que era el señor de todo el mundo Universo en lugar de Dios; y que este Santo Padre como señor del universo había fecho merced de toda aquella tierra de las Indias y del Cenú al Rey de Castilla, y que por virtud de aquella merced que el Papa le había fecho al rey les requería que ellos le dexasen aquella tierra, pues les pertenecía; y que si quisiesen vivir en ella como se estaban que le diesen la obediencia como a su señor, y le diesen en señal de obediencia alguna cosa cada año, y que esto fuese lo que ellos quisiesen señalar; y que si esto facían que el Rey les haría mercedes y les daría ayuda contra sus enemigos, y que pornia entre ellos frailes o clérigos que le dixesen las cosas de la fe de Cristo; y que si algunos se quisiesen tornar Cristianos que no les apremiarían a que lo fuesen, sino a que estuviesen como estaban. Y respondieronme: que en lo que decía que no había sino un Dios; que este gobernaba el cielo y la tierra y que era señor de todo, que les parecía bien y que así debía ser; pero en lo que decía que el Papa  era señor de todo el Universo en lugar de Dios, y que él había fecho merced de aquella tierra del Rey de Castilla, dixeron que el Padre debiera estar borracho cuando lo fizo, pues daba lo que no era suyo, y que el Rey que pedía y tomaba tal merced debía ser algún loco, pues pedía lo que era de otros, y que feuse alla a tomarla, que ellos le ponían la cabeza de un palo, como tenían otras que me mostraron de enemigos suyos puestas encima de sendos palos cabo el lugar. Y dixeron que ellos eran señores de su tierra, y que no había menester de otro señor. Y yo les torné a requerir que le ficiesen, si no que les faría la guerra y les tomaría el lugar  y que mataría a cuantos tomase o los prendería y los vendería por esclavos; y respondiéronme  que ellos me ponía primero la cabeza de un palo; y que trabajaron por lo facer; pero no pudieron, porque le tomamos el lugar por fuerza, aunque nos tiraron infinitas flechas y todas herboladas, y nos hirieron dos hombres con hierba y entrambos murieron de la hierba, aunque las heridas eran pequeñas. Y después prendí yo en otro lugar al cacique dellos, que es el que dixe arriba que en había dicho de las minas de Nocri, y hállelo hombre de mucha verdad y que guardaba la palabra y les parecía mal lo malo y bien lo bueno. Y cuasi desta forma se facen allá todas las guerras”.
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Suplemento II

Urabá. – caníbales. –Golfo de Urabá


De Martin Fernández de Enciso
Desde este rio de Cenú fasta el golfo de Urabá hay veinte y cinco lenguas. Esta el golfo de Urabá  al Oeste en ocho grados; la tierra desta costa es algo montuosa; la gente es mala, que son todos los caníbales que comen carne humana, usan arcos y flechas herboladas. A cinco lenguas del rio del Cenú, a la parte del Oeste, que la isla nombrada Isla fuerte cuasi una lengua de la tierra. En esta isla se face mucha sal. Y más facia al golfo está otra, que se llama Tortuga. El golfo de Urabá boca o entrada tiene seis y siete lenguas; y mas adelanta cinco y adelante acerca del cabo cuatro. En la entrada a la parte del Este, tiene unos baxos que entran más de dos lenguas en la mar en través de la boca o entrada, y llegan acerca de la meatad de la entrada a la parte Oeste del golfo.
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Suplemento III

Darién- Tigres. – Leones – Lagartos – Yaguanas


De Martin Fernández de Enciso
“Estas cinco lenguas adentro del golfo el Darién, que está poblado  de cristianos, y aquí cogen oro fino en unos ríos que descienden de unas sierras hay muchos tigres y leones y otros diversos animales y gatos rabudos, que son compo monas, sino que tienen grandes rabos; hay muchos puercos;  hay unos animales tan grandes como vacas y carnudos, de color pardo, que tiene los pies y las manos como vacas, la cabeza como una mula con grandes orejas, llámanlas en aquella tierra vacas mochas.
Tienen la carne muy buena de comer. Otros animales hay muchos. Yo tomé por mi ventura aquel lugar, que fue el primero que se tomó en aquella tierra; y vi todos estos animales, y dixeronme algunos que habían visto onzas; pero yo nos las vi, peor vi que en un rio que pasa por el lugar del Darién había muchos lagartos grandes tan gruesos en el cuerpo como un becerro; y si veían algún otro animal o perro o puerco o hombre acerca del agua salían del agua y comídanselo. Yo me acerté  a matar el primero que se mató; y vi que le tiraron más de diez lanzas, que así  como daban en él saltaban como si dieran en una peña; y después un criado mío fue por través del y atravesóle  una lanza de un golpe por medio del cuerpo y así lo matamos; y muerto y sacado a tierra hallamos que tenia encima del lomo, que le tomaba desde el pescuezo fasta la cola una cocha que lo cubría todo, que era tan fuerte que no había lanza que lo pasase, y debaxo de aquella, que era desde el medio cuerpo abaxo, facia la tripa era como otros lagartos, y por aquella parte tenia la lanza atravesada; tenía tres palmos de boca desde el hocico fasta el cabo de los dientes; tenía por cada parte dos hileras de dientes, los más fieros que jamás vimos yo ni los que conmigo estaban. Aquel se desolló y comió su carne; era blanca y gentil, olía a almizque, era buena de comer. Tambien vi comer la carne de los tigres y de los leones, y vi algunos hombres matar solo en su cabo de leones. Los tigres son más grande de cuerpo que los leones, y tienen muy recios brazos y mucha fuerza pero son pesados, que corren poco y son de poco corazon. Acontecía ir un tigre tras un hombre una lengua fasta llegar hasta el lugar, que nunca el hombre iba sino a su paso y el tigre tras dél cuanto tres o cuatro lanzas apartado detrás; y en toda una lengua no osar acometer al hombre. Los lagartos en el mes de enero y febrero creían en esta manera: cuando más hierve el sol en el día ellos se salen del agua a los arenales y facen con las manos un hoyo, y allí ponen los huevos, después de puestos cúbrenlos con la arena; y como el sol hierve engendrarse los lagartos en los huevos, y después horadánlos y sálense de los huevos al arena y vanse al agua. Son los huevos grandes como de ánsares y aun mayores, y no tiene cascas, sino brinzas, como los que las gallinas ponen cuando ponen algunos sin cascas, son buenos y de buen sabor; pone de una postura cada lagarto sesenta y setenta huevos de comer y de buen sabor. Tambien  hay otros que llaman yaguanas, que son grandes y como lagartos, y estos tienen la cabeza redonda y desde la frente fasta la cola le van un cerro de espinas alzadas muy fiero; son de color pardo y algo pintadas. Estas andan en los montes; son temerosas de ver y son dañosas, por que las toman vivas y las matan a palos. Estas son buenas de comer; y su carne es presciada en aquella tierra; los huevos destas son de gentil sabor. En esta tierra hay muchos pavos de diversas maneras en los montes, que son de gentil carne. Hay grande abundancia de papagayos verdes, y hay unos grandes que son de muchas colores, de colorados y azules y negros y verdes, que son fermosos de mirar; tiene buena carne sabrosa. Hay  otros que son tan chiquitos como paxaros pequeños pardales y son verdes y muy lindos. En esta tierra hay grandes pesquerías de gentiles pescados, hay grandes palmares que  llevan fruta tan grande como huevos, unas amarillas y otras como rosadas, pero son de grandes cuescos; su sabor tira a agro. En esta tierra hay unos animales pequeños como un lechón de un mes. Estos tiene los pies y las manos como un caballo y la cabeza como un caballo pequeñita con sus orejuelas; y está todo cubierto de una concha; desde las orejas fasta la cola que parece caballo encubertado; son fermosos de mirar; pacen como un caballo. En esta tierra hay conejos y perdices y otros muchos géneros de aves gentiles; y el pan y vino desta tierra es de maíz como es dicho. La gente es bien dispuesta e idólatra; algunos piensan entre ellos que no hay sino nacer y morir. Tienen señores, hóranlos mucho. Al que es gran señor llámenle ciba, y a los otros que no son tanto grande quinis”.
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Suplemento IV

Río grande


De Martin Fernández de Enciso
“Adelante desde río del  Darién entra otro río muy grande en este golfo de Urabá; y entra por seis y siete bocas, aunque son baxas que no pueden entrar por ellas navíos mayores que bergantines; pero dentro de la boca es grande y honde de quince y veinte brazas y ancho de una milla; trae mucha agua. A cuarenta lenguas dentro de la tierra se la juntan grandes ríos que vienen de la parte del Este, de las sierras de donde nasce el río Cenú, y el primero río que se le junta es del Dabaine. En los nascimientos desde el río y de otro que está más adelante deste, dicen que hay grandes minas; pero no se sabe lo cierto dello más de que lo dicen los indios, y de que han tomado en poder de indios piezas de oro fino que pesaron a siete y a ocho libras de peso. En las riberas de este río hay muchos anegadizos, y en ellos hay muchos indios y tienen las casas y las habitaciones encima de los árboles, porque debaxo es todo agua; y viven de pescadores”
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Suplemento V

Fragmento del Libro - HISTORIA DE LAS INDIAS- Tomo II


Fray Bartolomé de las Casas
“CAPITULO CLXXII
Cerca de este Cristóbal Guerra quiero aquí referir algunas cosas extrañas que hizo por aquella costa de tierra firme, porque después, quizá no caerán en su lugar, por no saber la certidumbre del año en las hizo, aunque también no dudo que fuesen cometidas después del año 500 y dentro de los diez, y pertenecería la historia de ellas al libro siguiente; pero, pues el capitulo precedente se ha ocupado en él, pareciome que esté presente no hable sino de él. Algunos indicios tengo que me daban sospecha que, lo que diré, lo hubiese hecho en este primer viaje, porque, aunque parece, por lo dicho en el precedente capítulo, que dejaba contentas las gentes que tanta hospitalidad le hacían, como nunca los que cometían insultos, y robos, y daños a los indio, en catilla lo decían, sino que solos eran ellos los malhechores juntamente, y testigos, y ellos no se acusaban delante de los reyes ni de otros jueces a sí mismos, podían éstos en este viaje haber, las abominaciones que hicieron, cometido, y consigo unido, los indios.
Un indicio y conjetura vehemente, hay de esto que aquí digo, conviene a saber, que habiendo dejado el  almirante la gente de la provincia de Paria en amistad de los cristianos, segura y muy contenta, y a lo que yo he juzgado, de la misma manera la dejó Hojeda, puesto que no estoy seguro dello, el cual fue después del Almirante, como arriba se ha dicho, el que llegó a la dicha provincia primero (lo mismo digo de Rodrigo de Bastidas, que fue tercero, como se dirá abajo), cuando vino ella, en breve, Vicente Yáñez, de quien se tratará después desto, hallóla  toda puesta en armas y brava, porque les habían muerto mucha gente, no parece que hiciste otra matanza sino Cristóbal Guerra. Así lo dicen los testigos en el susudicho proceso, conviene a saber, que cuando vinieron Vicente Yánez y su compañía a Paria, querían saltar en ella, y que no osaron, porque les había muerto mucha gente antes que llegasen a ella; y dicen más, que los indios  de allí no querían entrar dentro de los navíos, salvo que decían, sal Capitán, como si los llamaran para vengarse dellos, a lo que aparece; y dice más un testigo, que en este vino otro descubridor, que se dice Diego de Lepe, allí e para probar el Fiscal, que Diego de Lepe había también descubierto tierra, y no toda el Almirante, dicen los testigos, que llegaron a Paria el dicho de Diego de Lepe y su compañía, y que tomaron allí ciertos indios, los cuales después él entregó en Sevilla al Obispo D. Juan de Fonseca. Estos no lo pudo el tomar sino haciendo escándalo, injusticia y violencia, y fuera bien, que el Obispo lo examinara y aun ahorcara sobre ello, pero nunca el señor Obispo de esto tuvo mucho cuidado en todo tiempo.
Así que, como Vicente Yánez fuese el cuarto descubridor, y hallase así maltratados, y amedrentados, y escandalizados los vecinos de aquella provincia, y hecha matanza en ella, y parezca haber presunción contra Cristóbal Guerra, por lo que encontramos que hizo, y de los otros que antes dél  a aquella tierra fueron, haya probabilidad alguna que no lo hicieron, parece que podría haber sido, aunque lo disimulase, y en castilla, entonces cuando él fue, no supiese, como otras infinitas maldades, daños y menoscabos, muertes y estragos execrables, allí, por muchos han sido descubiertos que también agora en este viaje Cristóbal Guerra, lo diré, hiciese y estuviese hasta hoy encubierto. Lo que haya en contrario son tres cosas: la una, que cierto, el viaje, cuando cometió los daños y agravios que diremos, traía dos navíos, y los testigos no afirman sino que trujo un navío en éste; la otra, el llevar a castilla agora tantas perlas, porque en el otro viaje se cree que no llevo ninguna, porque todas se le perdieron, según creo; la tercera que en aquel viaje trujo a su hermano, Luis Guerra, murió en el mar, y en este primero no haberlo traído, por el dicho que los testigos depusieron, parece que suena.
Pero cuando quiera y donde quiera en ello haya sido, el Almirante, quejándose a los reyes por cierto memorial que le dio de los daños que había incurrido, por haber dado a los Reyes licencia para ir y rescatar sin que a él se le diese parte, como se le debía de dar por sus privilegios, y por los escándalos que había en la tierra aquellos causado, señala el Almirante al dicho Cristóbal Guerra, después de otros, dice las cuales personas que llevaron licencia para rescatar, han hecho grandísimo daño en la  tierra firme y isla, porque, llegando que llegaban, mataban a los indios y los prendían por fuerza y los atormentaban porque se rescatasen, y algunos, cuando no hallaban rescate, acuchillabanlos y matabanlos, diciendo <> Otros hobo,  que cargaban los navíos de Brasil y de lo que mandaban, estando seguros, como personas que les habían bien servido, y muy alegres y contentos, los mataron y pusieron todos a espada sin otra causa.
Otros cargaban los navíos dellos, por manera, que en cuanto vivan los vivos, los indios de aquella tierra no obedecerán a sus Altezas ni serán amigos de los cristianos; por donde, dice el dicho Almirante, que le redunda mucho daño, etc. >> estas son palabras formales del dicho memorial que dio el Almirante; por aquí se verá que principios llevaron las cosas destas Indias.
Vamos pues, a contar el caso, según que me lo contó, más ha de treinta años, persona que se hallo en ello, y si fue en el segundo viaje, lo que más probable parece, guióse desta manera: como Cristóbal Guerra y Peralonso Niño fueron riquillos a Castilla, y con el paladar dulce o endulzorado de las perlas, acordaron de tornar a armar, y armaron, dos buenas carabelas; no sé si Peralonso Niño vino este segundo viaje con el Cristóbal Guerra, porque no me acuerdo. Entonces, como era el principal en este negocio su hermano Luis Guerra porque él era rico, y puso los gastos primeros del primer viaje, de su hacienda arriesgar la vida. Partieron de Caliz, o de Sant Lúcar, el mismo Luis Guerra en un navio o carabela, y el Cristóbal Guerra en otro, y llegados a Paria, porque aquella tierra llevaban todos por terreno e hito, van la costa abajo, al golfo de las perlas, que como ya dijimos, aquel golfo hace la isleta Margarita, de una parte, y de la otra tierra firme , y comienza a rescatar perlas  y oro, y en la Margarita, y por Cumaná y Maracapana, y todos aquellos pueblos; no solo se encontraban con lo que rescataban, pero hacían muchas fuerzas y robaban lo que podían, según creo que me informaron (porque, como creo ha ya cerca de cuarenta años, porque sin duda son treinta y nueve, y no lo oso afirmar esto absolutamente);por manera que llegaron cuasi un costal de perlas. Pero lo que hace al caso, y de ello no tengo duda, porque bien me acuerdo, llegaron a cierta provincia, y creo que fue entre la que llamamos Santa Marta y Cartagena, y como los indios no habían experimentado por allí las obras de los nuestros, veníanse a los navíos como gestes simples y confiadas, como en muchos lugares desta historia habemos visto.
Vinose un señor o Cacique, y creo que era el señor de aquella tierra de Cartagena, a los navíos, con ciertas gentes, y a la entrada le recibió el Cristóbal Guerra, muy bien halagadamente; y dijeronle por señas que oro y que le daría cosas de Castilla. Dijo el cacique que si traería, y queriase salir afuera; pero prendiólo el Cristóbal Guerra, y díjole que enviase de aquellos indios, sus criados, por ello, y que él no había de salir de ahí hasta que lo trujesen, hasta que le hinchiesen de piezas de oro un cesto de los de uvas, grande, con que hacen vendimia en Castilla, que traían en el navío; y atraviesan un palo por el gollete del cesto, dándole aquello por medida que hasta allí inchiesen, y luego lo soltarían. Desque el inocente y confiado cacique, más de lo que debiera, se vido preso, y que se había de rescatar con hinchir de oro el cesto hasta el gollete, mando a sus criados que allí tenía que fuesen luego y trujesen el oro que hallar pudiesen para el cesto; van llorando y angustiados, y con gran diligencia, y apellidan toda la tierra que el Rey y señor habían los cristianos preso, y que si querían verlo vivo y suelto que habían de ser con rescatarlo a oro, dando tanto que se hiciese cierta gran medida.
Traen sus criados de su casa todo el oro que él tenía; vienen muchos de sus vasallos, cada uno con su pedacillo de oro, según que cada cual poseía, ofreciéndolo en el gazofilacio del cesto, pero apenas el suelo del cesto se cubría; tornan a salir fuera del navío e ir pregonando por toda la tierra que trujesen todos el oro que tuviesen si querían ver a su señor vivo. Andan todos de noche y de día; tornan al navío con mas oro, hecho muy lindas figuras y hermosas piezas, echanlas en el cesto, y era poco lo que crecía, según era barrigudo el cesto. Tornase a tierra más tristes y llorosas que venían, entretanto, bien es de considerar, su mujer, la Reina, y sus hijos, los infantes, que sentirían. Para meterles mayor temor, y por qué diesen más prisa a hinchir el cesto, o para que llegarse quizás quizá más cerca de algunos pueblos, de hacia dónde venían los indios de buscar oro para ofrecer al cesto, alzan las velas; el triste señor comienza a llorar y a plantear, diciendo que porque lo llevan. Sus gentes, que lo veían, daban gritos pidiendo a Dios lícitamente, aunque no lo cognoscían, que le hiciese justicia, pues tan injustamente tan gran injusticia le hacían. Tornan a cargar los navíos de ciertas lenguas de allí, vienen los indios con su ofrenda para el cesto; finalmente yendo unos y viniendo otros, llegan con sus piezas de oro al gollete del cesto, donde estaba el palo atravesado por medida. No por eso sueltan al rey de  la tierra ni cumplieron la palabra de soltarlo como habían prometido; antes le dicen, que pues tampoco les quedaba por hinchir el cesto, que trujesen lo demás y que luego lo soltarían.
Van llorando y gimiendo de nuevo, angustiados, no sabiendo que sé hacer, porque no tenían ni hallaban que traer, y decir que no tenían ni hallaban mas era por demás creérselo. Buscan por las casas y por rincones dellas, andan por toda la tierra escudriñando el oro que puede haber, traen los que hallaron, y entre ellos algunas piezas mohosas y escuras que toparon por los rincones, de mucho años ya olvidadas, afirmando con lagrimas que no tenían ni podían haber más, que le diesen su señor.
Desque vido Critóbal Guerra que traían aquellas piezas ahumadas  y como  cogidas del estiércol, acordó creerlos que no tenían mas y sueltan al cacique, y en una canoa, solo con un hacha de hierro que por satisfacción le dieron, se fue a tierra; y por esto creo habérseme dicho, cuando este caso se me contaba, que aun no quisieron darles, a los que trujeron oro postrero, a su señor, sino que fuesen por más, y desque tan aina no volvieron, dejaronlo, como es dicho, ir solo, creyendo que no tenían más que dar. Y es cierto, que creo que yo dejo mucho por decir de las fealdades y crueldad que con este Cacique usaron, porque, como ha tanto tiempo que lo supe, se me ha mucho más  olvidado, y siempre tuve aqueste caso, aunque muchos he visto y se me han hecho crueles en estas gentes, e inhumanos, como abajo asaz parecerá, por uno de los más injustos, feos en maldad más calificados. Pesaría el oro del cesto seiscientos marcos, que valen 30.000 pesos de oro, o castellanos de a 450 maravedis.
Pero porque no dormía Dios cuando estas injusticias aquellos pecadores guerras cometían, mayormente Cristóbal Guerra, que debía ser el más sin piedad, o, al menos, el que debía guiar la danza, porque no se fuesen mucho gozando de tanta impiedad, quiso divina justicia, luego, por el castigo temporal sin el eterno, si después no le valió penitencia, obra tan perversa y nefanda, reprobar. Debía de estar enfermo Luis Guerra, hermano mayor, que había dado los dineros y puesto su hacienda para armar la primera vez y la segunda ayudar; luego, alzadas las anclas y hechos a la vela, expiro, perdida la vida, y su sepultura fue en un serón, fuera mejor ponerlo en el cesto, en el que le echaron a la mar.
Desde a pocos días, navegando ambos navios para España, por allí, cerca de la tierra que habían robado, como andaban poco, y forcejeando contra viento, y corrientes, como entonces no sabían tanto como ahora navegar, ni había rodeos para la Habana, el un navio tropieza, creo que de noche, o de día, en una peña o isleta que no vieron, ni cognoscian lo peligros de en aquel tiempo lo peligros de por allí, y ábrese por medio, y vuestro cesto, de oro lleno, y el costal de perlas, y la mucha parte de la gente, va todo a los abismos a parar. Divino y manifestisimo juicio de Dios, todopoderoso, por el cual quiso que tan poco se  gozase lo que con tanto ignominia de la cristiana religión, y contra la natural justicia, se había usurpado, cometiendo contra su simple y pacífico prójimo, y aun Rey, tanta fealdad.
¿Qué concepto formarían aquellas gentes simplicísimas de nuestra cristiandad?  ¿Qué nuevas volverían dentro, de nuestra justicia y bondad? Alguna gente de la del navío quedo asida de la mitad dél, porque se abrió  por medio, y otros algunos asieronse a las tablas, que cada uno cerca de si  pudo hallar. Como el otro navío vido perdido a el otro, aunque esteba dél bien apartado, tuvo este aviso e industria de ponerse hacia el medio, por donde las corrientes venían de la mar, y andando barloventeando, llega el medio navío, con la gente que encima traía, y cógenla toda, y cuantos venían en tablas desta manera se hobieron de salvar. Déstos acaeció, que un padre y un hijo, juntamente, tomaron una tabla, y no era tan larga o capaz que por ella, juntos ambos, pudiesen escapar; dijo el padre al hijo: hijo, sálvate tú con la bendición de Dios, y déjame a mí, que yo soy viejo”

CAPITULO CLXXIII
Después de Cristóbal Guerra, o poco después que salió de castilla para su primer viaje, por el mes de diciembre y fin de año de 1499, Vicente Yánez Pinzón, que vinieron con el Almirante al principio del descubrimiento de estas  Indias, según el que arriba se ha largamente contado, con cuatro navios o carabelas, proveidas a su costa porque era un hombre de hacienda, salió del puerto de palos, para ir a descubrir, por principio de diciembre, año de 1499, el cual, tomado el camino de las canarias, y de allí a las cavo Verde, y salido de la de Santiago, que es una de ellas, a 13 días de enero de 1500 años tomaron la vía de Austro y después al Levante, y andadas, según dijeron,  700 lenguas, perdieron el Norte y pasaron la línea equinoccial. Pasados della, tuvieron una terribilísima tormenta que pensaron parecer; anduvieron por aquella vía del oriente o Levante otras 240 lenguas y a 26 de enero vieron tierra bien lejos; esta fue el cabo que agora se llama sant Agustín, y los portugueses la tierra de Brasil: púsole Vicente Yáñez, entonces  por nombre, cabo de Consolación.
Hallaron la mar turbia y blancaza como el río, echaron la sonda, que es una plomada con su cordel o volantín, y halláronse en 16 brazas; va a la tierra y saltaron en ella, y no apareció gente alguna, puesto que rastro de hombres, que,  como vieron los navios, huyeron. Allí Vicente Yañez  tomo posesión de la tierra en nombre de los Reyes de Castilla, cortando ramas y árboles y paseándose por ella, haciendo semejantes actos de posesionales jurídicos; aquella noche, hicieron cerca de allí muchos fuegos, como que se velaban. El sol salido, otro día, de los cristianos 40 hombres, bien armados, salieron en la tierra, y van a los indios; de los indios salen a ellos treinta y tantos con sus arcos y flechas, con grande denuedo, para pelear, tras estos otros muchos. Los cristianos comenzaron  a halagarlos, por señas, y mostrándoles cascabeles, espejos y cuentas, y otras cosas de rescates, pero ellos no curaban de ello, antes se mostraban muy feroces y a cada momento se denodaban  para pelear; eran, según dijeron muy altos de cuerpo, más que ninguno de los que allí de los cristianos.
Finalmente, sin reñir, se apartaron los unos de los otros, los indios se volvieron tierra adentro, y los cristianos a sus navios, venida la noche, los indios huyeron, que por todo aquel pedazo de tierra, no pareció persona alguna; afirmaba Vicente Yáñez, que la pisada de los pies de aquellos era tan grande como dos pies medianos de los de nosotros.
Alzaron las velas y fueron más adelante,  y hallaron un río bajo, donde no pudieron entrar los navios; surgieron en la boca o cerca della, salieron en las barcas, con que entraron en el río, la gente que pudo caer, bien a recaudo, para tomar la lengua y saber de los secretos de la tierra, vinieron luego en una cuesta mucha gente desnuda, como es por allí toda ella, hacia el cual enviaron a un hombre bien aderezado de las   armas que pudo llevar, para que, con los meneos y señas de amistad que pudiese, los    halagase y persuadiese a que llegasen a conversión. El que enviaron, llegóse a ellos, y echoles un cascabel para que con él se cebasen y se allegasen; ellos echáronle una vara de dos palmos dorada, y, como él se bajase a tomarla, arremeten todos ellos a lo prender, cercándolo todos alrededor, pero con sus espada y rodela, de tal manera se dio priesa a ser defender, que no les dejo llegar, hasta que los de las barcas, que estaban a vista y cerca, vinieron a le socorrer; pero los indios vuelven sobre los cristianos con tanta priesa, y disparan sus flechas tan espesas que, antes que se pudiesen unos a otros guarecer, mataron dellos 8 ó 10, y algunos dijeron que 11,  y otros muchos hirieron. Van luego a las barcas, y dentro en el agua, las cercan; llegan con gran esfuerzo hasta tomar los remos dellas. Tomáronles una barca y asaetearon al que la guardaba dentro, y muere; pero los cristianos con sus lanzas y que la guardaban dentro, muere; pero los cristianos con sus lanzas y espadas, desbarrigan y matan los más dellos, como no tuviesen otras armas defensivas, sino pellejos.
Bien pudieran excusar los cristianos estas muertes y revueltas; ¿Qué necesidad tenían de poder aquel cristiano en aquel peligro, y por consiguiente, a todos ellos, sino que, si vian que no querían los indios trato ni conversación con ellos fueranse? Pero como no iban por fin de Dios alguno, sino pretendiendo su provecho temporal, así curaban de llevar los medios, y por tanto fueron reos de la perdición suya  y de aquellos. Viendo, pues, los nuestros que tan mal les iba con aquellos, con harta tristeza de perder los compañeros, alzaron las velas, y, por la costa abajo, 40 lenguas al Poniente descendieron; allí hallaron tanta abundancia, dentro en la mar, de agua dulce, que todas las vasijas que tenían vacías hinchieron. Llegaba esta agua dulce, como Vicente Yánez depone en su dicho, en las muchas veces alegado proceso, dentro en la mar, 40 lenguas, y otros de los que fueron con él, dicen 30(y aun muchas más en cuasi común opinión de los que yo vía tratar deste río en aquellos tiempos); admirados de ver tan grande golpe de agua dulce, y, queriendo saber el secreto della, llegaronse a tierra, y hallan muchas islas que están en ella, todas las graciosísimas, frescas y deleitables, y llenas de gentes pintadas, según dicen los que allí fueron, los cuales se venían a ellos tan seguras como toda su vida hobieran conversado amablmente con ellos.
Este rio es aquel muy nombrado Marañón; no sé por quien ni por qué causa se la puso aquel nombre; tiene boca y anchura, a la entrada, según dicen muchas más. Estando en él surtos los navíos, con el gran ímpetu y fuerza del agua dulce y la de la mar, que le resistía, hacían un terrible ruido, y levantaba los navíos cuatro estados en lo alto, donde no padecieron chico peligro; parece aquí lo que aconteció el Almirante cuando entró por la boca de la Sierpe y salió por la boca del Drago, y del mismo combate y pelea juntamente, y peligro, hay donde el agua dulce se junta con la de la  mar, cuando la dulce corre con ímpetu y es mucha, y la playa es descubierta, mayormente si la mar es de tumbo. Visto que por aquella tierra y rio de Marañón, y gente della, no había oro ni perlas, ni cosa de provecho, que era el fin de los que traía, acuerda tomar captivos 36 personas, que tomar pudieron, de aquellos humildes y mansos inocentes, confesado por ellos, que a los navíos seguramente se les venían, para que no quedase pedazo de tierra ni gente della, que no pudiese bien, y con verdad, contar sus obras pésimas, y los que hoy, sin ceguedad, las oímos podamos afirmar, sin escrúpulo de conciencia, haberse movido estos a hacer estos descubrimientos, más por robar y hacerse ricos, con daños y escándalos, captiverios y muertes destas  gentes, que por convertirlos, harto ciego, sin duda, de malicia será el que dudare desto, aunque poco menos les dio Dios el pago que a Cristóbal Guerra.
De allí, en el rio de Marañón, vinieron la costa abajo, la vuelta de Paria, y en camino hallaron otro rio poderoso, aunque no tan grande como el Marañón, y, y porque se debió el agua dulce a otras 25 ó 30 lenguas, en la mar, le pusieron el rio Dulce. Creo que este rio un vaso grande el gran rio Yuyaparí. Que hace la mar o golfo Dulce que está entre Paria y la isla de la trinidad, que estimaba al Almirante salir del paraíso terrenal, y aquel brazo y rio dulce que aqueste camino hallo Vicente Yáñez, también juzgo que es el rio donde habita aquella gente buena que nombramos los Araucas.
Pasaron adelante y entraron en Paria, y creo que tomaron allí Brasil: Aunque, hallaron la gente de Paria escandalizada por haberle muerto mucha gente Cristóbal Guerra, u otro salteador de los que allí llegaron, según arriba dijimos y lo dijeron con juramento los mismos que fueron con Vicente Yáñez, y no osaban a saltar en la tierra, no sé como lo pudieron tomar.
De paria navegaron a ciertas islas de las que están por el camino de la Española, no supe con qué  intención, ni si en la costa de Paria, o en alguna de las islas dichas, le acaeció la tribulación que le vino por el mes de julio estando surtos todos cuatro navíos en la parte o tierra donde era, súbitamente vino una tan desaforada tormenta, que, a los ojos de todos se hundieron los dos navios con la genta; el otro, arrebátalo el viento, rompiendo las amarras de las anclas, y llévalo el viento con 18 hombres y desaparece. El cuarto, sobre las anclas, que debían ser grandes y buenos cables, tanto golpes dio en él la mar, que, pensando que se hiciera pedazos, saltaron en la barca y vinieronse a tierra, no les quedando de él alguna esperanza. Dijeron que comenzaron a tratar, los pocos que allí estaban, que sería bien matar a todos  los indios que por allí moraban, porque no convocasen los comarcanos y los viniesen todos a matar. Ellos pensaban en aquella tierra buscar manera para vivir y remediarse; gentil remedio hallado matando las gentes que no les habían ofendido en nada, por ellos imaginar por aquella vía salvarse, para que Dios les ayudase; pero la bondad del misericordioso Dios no dio lugar a que cometiesen tanta maldad, por que el navio que se había desaparecido con los 18 hombres volvió, y el que estaba allí presente, amansando la tormenta no se hundió.
Con los dos navios, vinieron a esta isla española, donde se hicieron de lo que había menester, y de aquí tomaron el camino y llegaron a España en fin de septiembre de 1500 años, tristes, angustiados, lesas las conciencias, pobres, gastados los dineros que puso de su hacienda Vicente Yáñez en el armada, muertos lo mas de los compañeros, dejando la gente cristiana y agraviados los que habían hecho pedazos, y echándoles al infierno  las animas sin causa, y los demás inocentes que captivaron, sacados y traídos de sus tierras, privándoles de su libertad y de sus mujeres e hijos, padres y madres, y de las vidas por esclavos solamente, que habían descubierto 600 lenguas de costa hasta Paria Gloriandose.”






















Suplemento VI

Fragmento del Libro - Historia de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada


Fray Pedro de Aguado
Segundo gran cronista Español perteneciente a la orden de los Benedictinos, de los cuales los primeros tres o cuatro tomos son una transcripción literal del Fray Pedro Medrano que lo antecedió.
Como el Gobernador Pedro de Heredia  juntó ciento cincuenta hombres y se metió a descubrir la tierra adentro, y llego al primer Cenú.
Pasado algunos días de cómo el Gobernador Heredia hubo desbaratado al cacique e Indios de Turbaco, sello con más copia de españoles de los que cada día iban dejando algunos navíos que dejaban en Cartagena, y así con más Número de soldados que antes, salió a correr la tierra comarcana  a Cartagena y pacificar los naturales que en ella había poblados, entre las cuales poblaciones de esta vez  anduvo dos meses con sus soldados, y como  gente de esta provincia generalmente es belicosa, muchas veces en diversos pueblos tomaron las armas contra los españoles, a procuraron desbaratarlos y echarlos fuera de la tierra; pero ninguna cosa les prestó, porque Pedro de Heredia era hombre bien afortunado en guerras de indios, y los soldados que lleva eran los más de ellos hombres antiguos en las Indias y que entras partes se habían ya visto en peleas de Indios, a los cuales llaman baquianos o isleños, y así dieron todos muestras de buenos soldados en las victorias que contra los indios esta vez hubieron; y así Pedro de Heredia, sin recibir casi daño ninguno, constriño y forzó muchos pueblos de indios a que recibiesen y admitiesen su amistad y confederación, lo cual fue hecho y efectuado por ellos y le fue guardada con toda fidelidad y verdad por el gobernador y sus soldados, que fue muy gran causa de que muchos pueblos de indios hiciesen los mismo y se inclinasen a abrazar las paz y amistad de los españoles; porque Pedro de Heredia demás de que Hacia conservar las Paz y amistad a los indios, tenía especial cuidado en mirar por su buen tratamiento y no consentía que hiciesen ningún daño ni demasías ni otras violencias y fuerzas que algunos inconsiderados soldados le solían hacer, y aun hoy les harían  si la mucha justicia que el rey tiene puesta para remedia r estos exceso, no les fuesen a las manos con rigurosos castigos.  
Volviendo se después al tiempo dicho a la ciudad de Cartagena el gobernador y sus soldados, y hallo allí al capitán mena y al Capitán Sosa, que venían de pirú e iban a dar aviso al emperador  del suceso y descubrimiento de pirú, hecho por Francisco Pizarro,  el cual en batalla había preso a Guaynacapa,  rey de aquella tierra y  desbaratado con una compañía de Españoles las innumerables gentes que este bárbaro había juntado para dar batalla a los españoles y echarlos de su tierra; pero favoreciendo Dios inmortal  a los de Francisco Pizarro, les dio una victoria de la cual quedará perpetua memoria en el mundo, y así se detuvieron en este puerto poco los dos capitanes, prosiguiendo su derrota y viaje.
El Gobernador Heredia se determino,  después que se vido con alguna copia de gente,  de hacer un descubrimiento y jornada la tierra adentro,  para el verano del año venidero del treinta y cinco; y porque había de quedar poca guarnición de gente en el pueblo, hizo el gobernador que se hiciese un cercado de tapias e palanque de tierra,  a manera de fuerte, en que la gente se recogiese si fuese necesario y estuviese seguro de las asechazas y fuerzas de los indios. Hizose el fuerte  entre el propio pueblo de Cartagena y la rivera  y costa de la mar que cae a barlovento, en pocos días, porque todos los soldados, por principales que fuesen, trabajaban ayudaban a ello, no solo con sus pareceres, pero actualmente con sus propias manos, haciendo lo que en semejantes labores y trabajos suelen hacer los comunes trabajadores y jornaleros; y los que más de loar es que el mismo gobernador, no despreciándose de los que era tan desigual, hacia lo mismo que los otros soldados,  poniendo por su persona y trabajo todo calor en fabricación del fuerte, el cual  fue hecho en pocos días; y puestas todas las cosas en orden y concierto, así para lo que había de quedar en Cartagena  después  de las fiestas  de los Reyes con casi ciento cincuenta hombres,  entre los cuales iban señalados y diputados para las necesidades que el camino se ofreciesen. Veinte soldados macheteros y azadoneros, questos levaban a cargo machetes y azadones  para abrir el camino o caminos u aderezar pasos por aquella espesura de la montaña y fragosidad de las sierras, requerían ir apercibidos de esta manera. Así mismo iban en la compañía treinta hombres  de a caballo, que son la fuerza principal para la guerra y amparo de los españoles, porque ya escosa muy averiguada en las Indias que a donde no se llevan  caballos para la guerra de los indios no puede dejar de haber gran riesgo y peligro y trabajo demasiado para los españoles. Toda la otra gente eran rodeleros y ballesteros.
Meriose la tierra adentro, tomando por derrota la vía del poniente, y llegando a diversa poblaciones tuvo muchas guazabaras con los indios y oradores de los pueblos do llegaba, en las cuales mataron algunos españoles y le hirieron muchos. Especialmente le pusieron en aprieto en un muy gran pueblo, que casi todo un día una noche duró la pelea, donde pusieron en grande  tribulación  y cuidado a los españoles: tomaronles un soldado a manos y llevaronselo vivo, y allá le dieron  cruel muerte que pudieron, y mataron otro en la pelea y hirieron otro así de a pie como de a caballo. De los jinetes salieron heridos en esta guazabara  Alonso Montañes, sobrino del Gobernador, y Ponce, alguacil mayor, u Martin Núñez Tafur, que se quisieron señalar más que otros en la pelea, aunque salieron mal heridos en peligro de muerte, no murió ninguno de los tres, pero quedó Tafur medio ciego de un flechazo que le dieron en una ceja. Pero con todo este trabajo hubieron victorias de los enemigos, y pasando a delante nunca les faltó guerra de Indios, que había poblados junto al camino que llevaban.
Caminando un día los españoles y su gobernador por un arroyo seco y muy falto de agua,  por lo cual y por el gran calor, iban los soldados muy fatigados de sed,   hallaron en las barrancas de este arroyo poblezuelo de indios cuyos moradores de el huyeron, y de ellos con su cacique o principal se hicieron fuertes en un bohío, y allí procuraron defender sus personas obstinadamente. El Gobernador por evitar el daño del cacique e indios que dentro de bohío estaban, procuro con los intérpretes y lenguas que tenia, llamar de paz al bárbaro y a sus Indios,  que pretendía con sus rusticas armas permacer en una casa (de) paja y tal que con sola una centella de fuego que sobre ella cayera, perecieran y fueran abrasados todos los que dentro estaban, en los cual el gobernador puso tanta diligencia y calor que casi mitigo el alguna manera la furia del los barbaros, porque a las voces que el gobernador  daba por medio de los intérpretes, diciendo a los Indios y cacique que en bohío estaban encerrados, que no hubiesen temor  ninguno, sino que  saliesen   fuera que el os recibiría en su amistad, el cacique saco las manos fuera del bohío por la puerta, que era pequeña, y en ellas una criatura de hasta siete y ocho meses,  viendo el gobernados aquella novedad e  invención de aquel bárbaro, le pregunto que para que efecto sacaba aquella criatura; respondió que se le daba que comiese. Admirado Heredia de la bestialidad del bárbaro, le dijo que él y los que en su compañía venían no comían muchachos ni indios ningunos, ni tal era su pretensión;  a los cual replico el indio interrogando que le dijesen de que se sustentaban aquellos hombres cuyos aspectos isemejables a ellos jamás él no había visto. El Gobernador le dijo su mantenimiento era carne de puercos y de venados y oro. Entendido esto por el cacique, al momento arrojo fuera del bohío una chaguala de oro fino que pesaba ocho libras, y le dijo: toma, comete ese oro, que mientras eso comieres estaremos seguros yo y mis indios de que no nos comerás tu ni tus compañeros. El Gobernador se alegro con el manjar, y haciendo nuevos halagos a los indios y el cacique, los hizo Salir fuera del bohío y se llegaron donde él estaba, a los cuales pregunto quién le había dado aquella chaguala donde la había habido; el cual le dijo, que su mayor, el cacique del Cenú, la había dado aquella chaguala,  y que si querían más oro los llevaría al propio Cenú, donde había mucho.
Pedro de Heredia, que era menos codicioso que los otras gentas, antes más que algunos de los que en su compañía iban, se olgo en gran manera de oír la buena nueva y rogo al cacique con gran ahínco que lo llevase con brevedad a tan felice lugar,  haciendo de nuevo interrogaciones  y preguntas sobre la grandeza del oro al mismo cacique, y si el Cenú donde le decía que había aquel oro, estaba lejos o cerca,  y que cantidad de oro podrían  haber  de él; y fuele respondido que era grande la suma de oro que en poder de aquel cacique y sus indios había, así en las sepulturas de los muertos y entierros, como sobre la tierra, pero que aunque el camino era corto, que él no se atrevía andarlo por su carga vejez, más que para guía le daría un hijo suyo, muchacho que le llevaría por vía derecha donde tanto deseaba.
Temiose el gobernador no fuese alguna burla o celada que el cacique quisiese armar o hacer declarándole su pecho dijo que temía no fuese engaño fabuloso el que le pretendía  hacer, y que por esto pensaba si no llevarlos a el propio cacique por guía   y no a su hijo. Recibió grande alteración este principal, así de la, poca confianza   e crédito que en se tenía, como por la violencia que se le quería hacer en llevarlos fuera de su pueblo y naturaleza   a pasar  trabajos en el remate se sus días, y comenzó de nuevo a certificar al gobernador que no se le haría ningún engaño, sino que sinceramente seria encaminado y llevado por su  hijo a donde el diecia.
Hizose lo que pretendía y quedo con este contento, y dando a Pedro de Heredia el Muchacho que lo había guiar, se partieron otro día siguiente y en la primera jornada llegaron a un poblezuelo  de pocos indios y esos amontados y puestos en  lugares seguros: porque como antes habían tenido noticia de cómo los españoles se les acercaban, no curaron de esperarlos por no tener en ellos dares  ni tomares.  Durmieron  allí aquella noche, y el siguiente día marcharon con buen concierto, según lo tenían  de costumbre, y fueron a dar unas largas y rasas campiñas o sabanas de más de quince leguas en contorno, en las cuales en contornos, en las cuales, obras de tres leguas metido en lo raso estaba el pueblo del Cenú, donde Tenían los Indios sus sepulturas hechas sobra la tierra, de suerte que desde lejos se parecían y divisaban de tal manera que una señalada sepultura que los indios tenia hecha a honra de su simulacro,  que fue por los españoles llamada la sepultura del diablo, se parecía y divisaba por su gran altura de una extendida legua de distancia.
Los españoles fueron sentido por los indios de este pueblo antes que llegasen a él, y así, desamparándole de repente, se dieron a huir casi a vista de los soldados, los cuales no fueron nada perezosos en seguir al alcance, y mediante su buena diligencia,  prendieron  al cacique de aquel pueblo y a su mujer, que era la natural señora de aquel pueblo, y era llamada la Toto. Dieronse  luego los soldados a buscar lo que las sepulturas y casa había, y hallaron el bohío o sepultura del diablo  más de cuarenta mil pesos de fino oro, sin otra mucha cantidad que por las casas y sepulturas se sacaron, como adelante diré.
En que se escribe los diferentes Cenues que hay, y cuál es el principal, y las sepulturas que en este Fin Cenú  se sacaron y su  manera y el disparete y muerte  del capitán  Ojeda y de sus soldados.
Antes que pasemos adelante será bien dar noticia de este lugar de esta noticia del Cenu, que tan nombrada  ha sido en estos nuestros tiempos y codiciada de muchos, por los que los principales de este Cenu donde Pedro  de Heredia estuvo, dijeron a los españoles, y por otras cosas que adelante se dirá.
En este paraje de Cartagena, entre el Rio Grande la Magdalena y el Rio del Darién y el de Cauca, están estos señores, hacia el poniente, los cuales son tres Cenues. En primero en este donde don Pedro de Heredia, llego que por sus naturales es llamado Fincenu. Esta cuatro a seis leguas apartado del Rio del Darién que también es llamado del Cenu, por donde   subió antiguamente el capitán Ojeda,  después que le mataron a Juan  de la Cosa, su compañero. En este Fincenu se sacaba oro, más por respeto de ser los moradores de él todo platero y artífices de labrar oro,  acudían a ellos de los otros dos cenues donde se sacaba el oro, y pagabanles  su trabajo por algunas joyas y obras de oro que les hacían, y así habían venido a ser muy ricos   y a poseer tanto    oro como los españoles en él hallaron, y también por otros respetos que luego se dirá.
 El otro Cenu se decía ser Cenufana, que también fue descubierto por los españoles que de la gobernación de Cartagena salieron, del cual también se tratara adelante. El tercero se dice Zanzenu. Este es el hoy  está ver y descubrir entre el Rio de la Magdalena y el Rio Cauca. En estos tres Cenues decían los indios de este Fincenu que había tres Diablos por señores, y que el Diablo mayor esta en el Pancenu, y en esta Fincenu esta una hermana del Diablo mayor  a quien el propio Diablo amaba y quería mucho,  por cullo respeto muchos indios principales del Pancenu se mandaban llevar a enterrar al Fincenu con sus riquezas, y el que esto no hacia enviaban a que le señalasen y diesen sepultura en este Fincenu, y en ella manda enterrar la mitad del oro que tenia y de abusión y superstición diabólica entre estos barbaros había, vino a estar el Fincenu tan poblado  de ricas sepulturas hechas de mogotes muy altos y otros no tantos menos ni más, según la calidad del Indio que se enterraba, y tanto cuanto edificio o túmulo de sobre la tierra era de alto, tonto tenia de hondo la sepultura, y así hubo y se secaron ricas sepulturas de a treinta mil pesos, de a veinte mil, once mil y seis y siete mil pesos y amenos y a mas.
Hubo mucha cantidad de sepulturas que no  tenia mogotes y ni señal encima de la tierra, y a estas descubrían dando fuego a la sabana, y después de quemada la paja cavaban y daban cata en la haz de la tierra, y donde hallaban dos dedos de tierra negra y luego una arenilla blanca era sepultura, y con esta señal seguían hasta llegar a donde estaba el difunto o el oro, y hallándolo no curaban de pasar de allí.
Hubo gran cantidad de sepulturas que tuvieron a quinientos y seiscientos pesos, y pocas de aquí para bajo, y ninguna de ellas no se hallase oro.
Todo el oro que esta sepultura tenían, estaban puestos al lado del corazón, y aun en el propio corazón de los muertos, lo cual conocieron bien en breve los españoles, y después que de ellos hubieron conocimientos no hacían más de en descubriendo, la sepultura volver el rostro al sol y cavar a la parte siniestra de la sepultura, y así hallaban con menos trabajo de lo que había adentro, por que en aquella parte del corazón no hubiese oro no curaban de buscarlo, por porque tenía ya entendido que había de ser su trabajo en vano.
La sepultura del Diablo, para ver los españoles lo que ella habían, gastaron más de mil y quinientos pesos, y con todo este trabajo  no pudieron derribar de lo que sobre la tierra había edificado más de la mitad; y como ya tenía conocimiento los soldados de la parte donde habían de hallar el oro y hallaron los que referido,  no curaron de echar más peones por que les pareció que era cosa perdida. Hallaronse   así mismo en esta sepultura gran cantidad de múcuras de vino convertido en agua,  y más de cincuenta piedras de moler,   de hechura de las de nueva España. Alrededor de estas sepulturas, en contornos de treinta píes, estaban doce sepulturas iguales, el autor que cada una tenía siete estado, en cada una de estas se hallaron once mil pesos para arriba, y así fue grandísima la suma de oro que de ese poblezuelo se saco, el cual no tenía más de veinte casas principales, en que los indios vivían, y cada casa de estas tenia a la redonda de si otras tres o cuatro para sus haciendas y servicios extraordinarios, las cuales eran todas grandes, de pared alta, casi de la forma y hechura  que los españoles le hacen para su vivienda. Preciábanse de tenerlas limpias, barridas para el cual efecto tenían unas escobas largas, de la forma que las tienen en los monasterios, para no abajarse. Dormían o tenían por camas, para dormir hamacas.
La señora de este pueblo era de gran gravedad y muy respetada de sus súbditos. Por grandeza acostumbraba que de un lado a otro de su hamaca durmiese en el suelo dos indias mozas, gentiles mujeres los rostros vueltos a la tierra para cuando se levantase o sentase en la hamaca poner sobre ella los pies. Era de muy pocos moradores este pueblo, que él no habían al sazón cien indios, y parecía por sus ruinas y vestigios, haber sido en tiempo antiguo de mucha vecindad. Preguntosele4s a los indios como eran tan pocos, y así habían sido en otro tiempo más: respondieron que después     que mataron hay muchos españoles se habían ido siempre apocando y muriendo hasta el estado en que estaban.
La gente que estos barbaros destruyeron y mataron fue el Capitán Ojeda, de quien atrás he hecho mención, que fue aquí muerto él  y toda su gente; y según estos mismos indios contaron, pasó de  esta manera. El principal de este pueblo tuvo noticia, de indios sujetos suyos, como el Capitán Ojeda y sus compañeros, subiendo por el rio Darién o Cenu arriba, en sus bergantines, habían llegado a un pueblo que está en la ribera de un rio, sujeto a este cacique, Tocurru, apartado de este Cenu cuatro o cinco lenguas. Los indios principal que en Tucurru habían y habitaban, dieron luego al Cacique del Fincenu de la llegada de los españoles a tierra, y pidiéndole instrucción y orden de lo que habían hacer, envioles luego un capitán indio con cierta gente de guerra y mandoles que ninguna manera esperasen a pelear con los españoles, sino que les huyesen y se apartasen de ellos todo lo posible de suerte que no recibiesen daño ninguno hasta que el juntarse todos los indios sujetos suyos y con copia de gente hiciese lo que conveniese. Los indios de Tucurru lo hicieron como les fue mandado, porque luego que Hojeda abordo en tierra pidió vista a este pueblo viendo que los indios lo desamparaban y huían, echo en tierra toda la más gente y siguiendo con ella el alcance de los indios que de industria huían, dejo con poco recaudo y guardia los bergantines y embarazose en saquear y robar lo que en aquel pueblo había.
Ya que estaba algo apartado del rio tuvo de esto noticia el cacique o señor del Fincenu e con toda presteza envión cierta cantidad de indios que se metiesen a apoderarsen en los bergantines y matasen los que dentro hubiesen. Hicieronlo estos indios como les fue mandado, y con mucha facilidad se apoderaron de los bergantines y mataron a los soldados que dentro hallaron, y el cacique con la misma presteza tomo el resto de la gente que le quedaba que era grande cantidad, con la luna, dio en el capitán Ojeda, que estaba alojado en propio pueblo de Tocurru y con más confianza de la que debía tener para estar en tierra de enemigos, y allí antes que tomasen las armas, les mataron muchos soldados, y después se trabó entre todos la pelea bien reñida por ambas partes; pero como los indios eran en números desiguales a los españoles y peleaban de noche y eran diestros en tierra y sabían las guaridas, tenían muchas ventajas a Hojeda y a sus soldados, y así los desbarataron mataron todos los más. Algunos pocos que habían quedado, pretendiendo salvarse en los bergantines y no sabiendo el mal suceso de los que a su guarda habían quedado, se fueron retirando hacia el rio; pero desde que vieron que estaban ya tomados por los indios, perdieron de todo punto la esperanza de guarecer y conservar las vidas,  y así la vendieron como pudieron, muriendo todo a manos de os indios de los cuales dicen también haber parecido y muertos mucho por manos de los españoles, de suerte que fue para ellos tan calamitosa la victoria como para los españoles desdichada y mala afortunada la jornada, en la cual no entró Diego de Hordas, que se quedó en los navíos y de allí se fue en ellos a Cuba, donde pasó con Cortés a descubrimiento de la nueva España.
Hallaron los españoles de Pedro de Heredia por los bohíos y poblazones de este Fincenu, muchas armas de coraza y espadas y otros muchos géneros de armas de hierro. El muchacho que Don Pedro de Heredia había llevado por guio señalo allí, en aquella campiña, cierta sepultura y entierro de oro que él había visto hacer, y con poco trabajo y en menos tiempo sacaron de esta sepultura nueve y mi quinientos pesos de oro fino.
Procuro el gobernador inquirir y saber donde había más oro; el cacique y su mujer se hallaron presente a esta interrogación  y le dijeron en su lengua que para que quería mas oro de que en aquella campiña había y podía sacar. Heredia le respondió que más querían y más buscaban y más habían de dar. Respondiéronle, vista su codicia, que fuese al Pancenu, que estaba treinta jornada l tierra adentro, y de lo que en los bohíos había se podría cargar todos los que con el iban y sus caballos y no lo podrían traer; y esto sin lo que en las sepulturas así del diablo como de los particulares y plebeyos, había que era infinito porque en aquella tierra lo sacaban de las minas y lo traían a  aquel lugar; pero puso por impedimento y estorbo ser poco los españoles que iban con el gobernador para ver de pelear con los indios del Pancenu. El gobernador, como oyó tan buenas y alegres nuevas. Tomando entre los dedos de las manos las narices, comenzó a cantar “cuando yo sea gañan, juanita me lleve el pan”.
Regocijaronse aquel día, y el siguiente acelerose el gobernador por leve ocasión que le sobrevino con unos soldados de los de Santa Marta, que llevaba a su compañía, contra los cuales comenzó a decir que a la vuelta los había de dejar a todos, antes de entrar en Cartagena, ahorcados de jobos. Pareciole mal esta soberbia y  demasía de Pedro de Heredia a muchos soldados: comenzaron a pronosticar que sino se reportaba y media que sería infeliz el suceso y fin dende adelante hubiese aquella jornada, eran por sus personas de Santa Marta, contra quien se había airado, eran por sus personas estimados y favorecidos de amigos, que suelen ser causas estas con que muy comúnmente de estas en las indias se abajan las hinchazones y elaciones de los gobernadores, sino mudan su condición y propósito y disimulan más de lo que querrían, como en alguna manera lo hizo en esta jornada el gobernador Heredia.



Capítulo V
De cómo el gobernador Heredia y sus soldados salieron del Fincenu en demanda del Pancenu, y lo que en el camino les sucedió hasta que volvieron a Cartagena.
Estuvieron los españoles en este pueblo de Fincenu, descansando y sacando oro, ocho o diez días, después de los cuales el gobernador, para ver si podía satisfacer su apetito, determinó pasar adelante en demanda de Pancenu, por ver si podía superar innumerables riquezas que le cacique de Fincenu afirmaba a ver en él.
Pidió Pedro de Heredia guías que lo llevasen y fuelen respondiendo que le bastabael muchacho que la había traído y guiado antes para llevarlo al Pancenu, por haber estado en aquella tierra diversas veces.
Satisfizos de esto el gobernador, y así, dejando pacifico y en su pueblo al cacique y cacica del Fincenu, marcho la tierra adentro por la vía que el  muchacho le guiaba, y por algunas trabajosa jornadas llegaron a las faldas de unas sierras que necesariamente se habían de atravesar para llegar al Pancenu.
Al principio de estas faldas vieron dos caminos que se apartaban  y dividían el uno del otro, y según la guía dijo, entrambos iban al Pancenu, pero declaro que el mejor y más acomodado, por donde el cacique de Fincenu le había mandado llevar  y guiar a os españoles, era el que se inclinaba a la mano izquierda y que por allí  quería guiar, y que no osaría hacer otra cosa ni mentir o engañar a los españoles, porque su cacique  le había amenazado que por el mesmo caso lo mataría. El gobernador de Heredia, presumiendo o sospechando no fuese algún engaño  o ardid, con el cual aquel bárbaro del Fincenu pretendiese meterle donde él y su gente pereciese y se perdiese y se perdiese, como muchas veces en las indias ha sucedido, dijo que no quería ir por el Camino que la guía le señalaba sino por el contrario, que daba la vuelta al sur. Los soldados y la gente principal contradijeron este propósito del gobernador, poniendo por delante la pérdida de algunos capitanes que por querer seguir con obstinación su propio parecer y desechar y menospreciar inconsiderablemente lo que las guías y naturales de las propias  de las propias tierras les decían y aconsejaban, les habían venido, con que habían sido causa de su propia muerte y de los españoles que consigo llevaban, metiéndolos por tierras ignotas y despobladas, llenas de cien mil  teneros de animales indómitos y feroces serpientes o culebras ponzoñosas, y que no menos apta parecía la disposición de aquella serranía que por adelante t3enian para estar despoblada de gente y poblada de estos animales que las donde habían sido perdidos y muertos algunos capitanes que allí se la nombraron, y con esto se le dijeron otras cosa y persuasiones al gobernador para apartarlo de aquel su obstinado propósito; pero ninguna cosa prestaron y aprovecharon, y así les fue necesario seguir la voluntad de su capitán, que opinión de todos tan fuera de camino seguro iba, porque además de lo he dicho, la propia guía significaba el trabajo y la maleza de aquel camino que el gobernador quería seguir, diciéndoles que demás de ser grande la serranía que se había de atravesar y muy asperísima y fragosa, era de pocas poblazones y de poca comida, que habían de atravesar unos cerros e cordilleras de grandísima frialdad, donde había evidente peligro de ser todos muertos de frío. Con todo esto se disimuló, y prosiguiendo el  camino que el gobernador quería, anduvieron muchos días por sierras muy malas e peligrosas y arcabucos y de grandísimo trabajo  para los españoles, por ser  las cordilleras muy angostas y empinadas con gran altura.
La víspera de Nuestra Señora de la Encarnación comenzaron los españoles a subir la más alta y encubrada de todas las sierras, que es una que ahora se dice la sierra de Abreva, y a causa de una valle que está al pie de ella, nombrado de este nombre, donde hay gran cantidad de algodonales y es poblado de buena gente, aunque poca, los cuales del algodón hacen muy buena y fina ropa que llevan a vender y a contratar por aquellas sierras y a los pueblos que en ella hay poblados. Ya que los españoles estaban muy cercanos a la cumbre y alto de esta sierra, sobre tarde les vino borrasca de agua y viento y nieve, acompañada de extremada frialdad, que constriñó y forzó al gobernador y a todos los que le seguían dar la vuelta hacia abajo con mas presteza y apresuración de la que se pensó;  de tal suerte que muchos admadeados e desatinados con el rigor del frio y nieve y agua que caía y viento que corría,  se metían en chaparrales y montes cercanos, y allí, con la demasiada turbación que tenían; perecían sin ser socorrido  de persona alguna, porque ni había hombre que favoreciese ni a hombre ni hermano a hermano ni soldado a su capitán, pero cada cual se procuraba a remediar y huir de la tormenta en que esteban a lo abrigado. Murieron y perecieron con este temporal aquella propia tarde que les dio, la propia guía que llevaba y arriba de quince españoles y entre ellos Pedro de Alcázar, sobrino de Francisco de Alcázar de Sevilla, y demás de estos murió y pereció todo el servicio, aunque poco, de Indios e Indias, que los españoles llevaban consigo.
Así constreñidos de esta calamidad, se bajaron al reparo del valle de abreva, donde tuvieron descansándose y reformándose algunos días en los cuales vinieron a visitar, aunque con las armas en las manos, mucha cantidad de indios de la otra banda de la cordillera, de Abreva, gente muy lucida y crecida, dieron de depende en el alojamiento de los españoles: No hicieron ningún daño, mas antes llevaron la peor parte de pelea, siendo en ella muerto algunos indios; y aunque se retiraron y apartaron de pelear los indios, no por eso se fueron a su tierra, mas antes estuvieron  en la mira de los españoles, de suerte que el gobernador tuvo lugar de llamarlos y traerlos de paz y su amistad, mediante su buena diligencia; y fuele muy útil la paz de estos indios a los españoles, porque con ellos bajaron de las montañas  muy gruesos maderos para hacer un puente en un rio furioso y caudaloso que les era forzado pasar, porque la repentina vuelta de había hecho habían tomado casi diferente camino del que a la ida llevaron, por lo cual se les opuso la pasada de este rio de Abreva.
Hiciéronse las puentes, y por ellas pasaron los españoles. Echaron los caballos por el agua para que pasasen nadando, y con gran corriente y malas salidas que el rio hacia se les ahogaron los más de los caballos, que después le hicieron mucha falta.
Traían todos estos indios muchas joyas de oro y otros aderezos para el ornato de sus personas, lo cual rescataban y contrataban con los españoles. Dabanles ricos y gruesos caracoles y pedazos de oro, por cosas de poco precio y de poco provecho,  y quedaban muy contentos y quedaban muy contentos los indios  con ellos, y los españoles mucho más con el oro, que era muy fino y muy bueno.
Prosiguieron su torna vuelta con harto trabajo u necesidad y falta de comida que habían tenido y algunas guazabaras de indios.  Llegaron al Fincenu, donde el cacique y su mujer les aguardó de paz con más de siete mil pesos que dio de presente  al Gobernador en un cataurillo, las cuales dijo que habían sacado de una de las sepulturas que los españoles le habían  cavado y por no haber sabido buscar el oro se  habían dejado allí aquel poco.  Los soldados estaban muy bien con aquella tierra del Fincenu, por el mucho Oro que de las sepulturas habían sacado y por lo que pretendían sacar;  y por este respeto rogaron con grande ahínco al Gobernador que se detuviese e hiciese  asiento en aquel pueblo, para sacar algún oro de la sepulturas, ofreciéndose de sustentar al pueblo de comidas de la comarca, y que harían un bergantín en el rio Cenu, en el cual fueses a dar mandado y aviso a Cartagena,  que por aquella vía estaba cerca, para que proveyese de lo necesario.
Comenzó a decir que no le quería hacer, por el sabrimiento que con algunos soldados,  tenía, y en el permaneció tan obstinadamente que con ruegos y requerimientos ni por otra vía ninguna no le pudieren sacar de él, de que se maravillaron muchos los soldados a causa de ser Pedro de Heredia de noble condición y que no permanecía en el enojo mucho tiempo.   Finalmente, se hizo y cumplió su voluntad contra la de todos sus soldados; y prosiguiendo su camino a Cartagena entraron en ella cuatro o cinco días antes de San Juan de Junio del propio año, Donde hallaron mucha gente española que allí había  quedado y se habían juntado y cada día se iban.

Capítulo VI
Como el Gobernador Pedro de Heredia envió a Alonso de Heredia, su hermano, a descubrir el Pancenu, y como el propio Gobernador salió después tras el por cierta ocasión, y como fue poblada Urabá por el Capitán Alonso de Heredia.
Hallo el Gobernador Heredia en Cartagena a Alonso de Heredia, su hermano, que había llegado o venido de Nicaragua con algunos soldados hallarse en compañía del Gobernador su hermano. Holgose mucho Pedro de Heredia, y luego determino de darle gente  con que entrase la tierra   dentro en demanda a Pancenu. Diole doscientos hombres de a pie y de a caballo,  y entre ellos muchos de los que con el propio Gobernador se habían hallado en la jornada que de suso contado.
Salió Alonso de Heredia con esta gente de Cartagena por el mes de Agosto siguiente del propio año; y como ya los soldados  se habían el camino tuvieron menos trabajo en andarlo porque pasaron los primeros que lo descubrieron, y así por sus jornadas contadas, casi sin tener guerras con los indios, llegaron al Fincenu, donde hallaron cavadas más de trescientas sepulturas que los propios naturales las habían abierto y sacado el oro de ellas.
Quejabanse los soldados de Pedro de Heredia, porque su causa no habían ellos sacado el oro de aquellas sepulturas, que presumían ser gran cantidad, y no perdiendo la esperanza de haberlo, procuraron inquirir y saber de algunos Indios donde lo había escondido el cacique, pero no les aprovecho nada su diligencia y deseo; solamente supieron y alcanzaron la primera vez que el gobernador Heredia dio en este Pueblo,   lo tenían escondido en una asperísima montaña que llamaban la montaña de Faraquie, por estar en ella un pueblo de indios de este nombre y apartado de este Fincenu ocho leguas y más, en la cual montaña principal había hecho un bohío, en lugar de templo, en servicio del dominio, cuya era la sepultura mayor y principal de aquel pueblo,  en el cual ofrecieron todo el oro que, como he dicho, sacaron  de las sepulturas y el que los propios indios  poseían. Pero con todo esto no perdieron los soldados  punto de su codicia ni dejaron de haber allí sus diligencias  para sacar el oro de las Sepulturas que quedaban por sacar, para el cual efecto se concentraron e hicieron compañía entre todos, que unos cavasen y otros fuesen  a buscar comidas y sustentasen los cavadores de lo necesario, y que  después se partiese  lo que sacase.
En esta compañía no quiso entrar el Capital Alonso de Heredia,  porque pretendía sacar más el solo con la gente que tenia,  que lo que de la compañía  le pudiese  caber de parte; y con haber los Indios sacado  gran cantidad de oro,  y Pedro de Heredia cuando estuvo en este lugar así mismo saco mucho, todavía quedo oro que sacaron los que ahora fueron, pero no lo estimaban ni tenían en tanto como en este tiempo se tiene,  aunque siempre tuvo valor.
Aflojaron los soldados y aun el Capitán Alonso de Heredia en la  pasada  al Pancenu, por algunas ocasiones que se les ofrecieron y por parecerles tan trabajoso como dificultoso  el camino y descubrimiento de aquella rica noticia, por lo cual en Capitán Alonso de Heredia envió a Francisco de Cieza, su teniente General, a la costa que cae sobre el Darién con parte de la gente que tenía en tanto  como en este tiempo se tiene, aunque siempre tubo valor.
Cieza izo lo que se encargo, y con la gente que llevo descubrió la provincia  que llamo de las Basilias, y que Ahora se llama Tolú. Pareciole bien a Cieza aquella tierra  para que en ella permaneciesen  españoles, y entendiendo cuan cerca estaba de Cartagena, procuro dar aviso al gobernador Pedro de Heredia, y porque no tenía bergantín ni otra ni otra cosa con que navegar, hizo hacer una balsa de maderos la más recia que pudo ser, y de quien se hacía ya y se hace mucha cuenta en Cartagena, donde reside, y con él otros cuatro soldados, buenos nadadores. Pusiéronse a gran peligro así de mar como de indios de tierra,  y fue Dios servido que sin peligrase o muriese ninguno, aportaron  a Cartagena, donde dieron relación al gobernador Heredia de los que había y pasaba, así sobre las sepulturas del Fincenu y estado en que quedaban, como de nueva tierra que habían descubierto.
Recibió gran contento el gobernador de todo lo que se le dijo, y singularmente de la esperanza que le daban de que todavía se sacaba oro en la sepulturas  del Fincenu, porque la codicia de este gobernador era tan insaciable como la de otros muchos que cargos y sin ellos han pasado a las indias, y así no había para él nueva de más contento ni alegría que decirle que había oro o que sacaban oro y que le darían oro; y aunque el gobernador era adornado de otras muchas y buenas aparte,  esta era en él tan estimada  que descomponía y afeaba lo demás, por no ser en su mano  el dejar de dar muestras de ello. Envió luego socorro a Francisco de Cieza, que lo esperaba en Tolú, y de la gente que  a la sazón  se hallo en Cartagena  metió en unas carabelas hasta ciento veinte hombres, de los que a la fama de Pirú cada día venían de España,  y juntamente con este socorro,  envió a decir  a su hermano y a los demás   soldados y capitanes, que le enviasen todo el oro que entre todos  se hubiese sacado de las sepulturas y habido de otros rancheos.
Los soldados que con Cieza estaban  sintieron mucho el enviarles a pedir el oro el gobernador, y como cosa que tan caro les había costado, lo procuraron conservar y no darlo, y así le enviaron a decir al gobernador  que por entonces perdonase, porque no se podía cumplir  su mandamiento a causa de que entre todos había hecha compañía y hasta que el oro se partiese ninguno era señor  de lo que tenia para poderlo dar ni disponer de él; y con esto se metieron  la tierra  adentro y se volvieron al Cenú,
Donde el Capitán  Alonso de Heredia había quedado,  por apartarse de la vecindad  gobernador, conjeturando que por no llevarle  el oro que pedía había  luego de venir a dar sobre ellos y tomárselo por fuerza o de grado.
Era en este tiempo la tiranía de los capitanes y gobernadores que en las indias mandaban tanto y tan grande, que por las vías  que podían procuraban juntar y sacar de los pobres soldados cualquier cantidad de oro que tuviesen; a los unos se lo tomaba por fuerza, y a los otros por halagos, a los otros por amenazas, y a otros con darle buenas esperanzas de gratificación y cuando por esta vía  no podían  sacarlo todo, echaban otros rodeos que serian largos de contar, hasta que los dejaban despojados  de todo punto de lo que tenían, poco o mucho; y de esto no nos debemos maravillar, porque las ganancias de los unos y de los otros no eran tan torpes y el oro tan mal habido,   porque el soldado se lo sacaba el capitán o gobernador y al capitán o gobernador se lo sacaba en que le venía  a tomar residencia, y otros mucho desaguaderos que se le ofrecían por donde el oro, contra su pesadísima naturaleza, corría muy ligeramente y se perdía, y muchas veces dueño con ellos, como lo pudiera yo muy bien señalar  aquí con evidencias y particulares suceso acaecidos  en las Indias; pero al que con atención pasare por el discurso de mi historia, le vera escrito en diversas partes muy claramente.
Luego que el gobernador Heredia Recibió la respuesta de los soldados de Cieza, y no el oro, se airó y enojo demasiadamente  y dejándose vencer de su cólera, que era mucha, determino de salir luego tras el capitán Cieza y lo que con el estaban y castigarlos rigurosamente por inobedientes a su mandato. Junto con presteza casi cuatrocientos soldados, todos chapetones, que los mas de ellos se habían hallado en Bolonia, en la coronación de el Emperador, y unos en saco de Roma, y embarcándose con ellos la noche de navidad, tomo la vía de las Balsillas de Tolú y fue en seguimiento de Cieza y de su hermano Alonso de Heredia,  que Asimismo, temiendo su ida y aun su ira, se metió la tierra dentro en demanda del Pancenú, después de haberse juntado con Francisco de Cieza y los demás que habían subido de la costa en su compañía  y socorro, de los cuales tuvo noticia de cómo el gobernador envió a pedir el oro que tenían, de donde presumieron  lo que había de hacer.                            
En este tiempo de Cieza llego al Fincenu, hubo cierta ocasión por donde según todos decían, lo prendió el Capitán Alonso de Heredia a él y a otros cinco o seis soldados principales, y sin justa ni aun razonable causa los condeno a muerte, pero no hubo quien osase  ejecutar la sentencia, por no quedar obligados a dar cuenta de las injusticias que en matar a quien no le merecía se hacía, y se quedaron salvos y con las vidas.
Siguió con toda la genta su derrota y demanda del Pancenú el Capitán Alonso de Heredia; engolfose la tierra adentro, faltáronle la guías  al mejor tiempo, por lo cual, caminando ciegamente, torcía la vía  que había de llevar  y fue a parar  a la provincia de Mompós, por dos o tres jornadas apartado del pueblo principal;  y porque ya este tiempo le había alcanzado un capitán con cierta gente que el gobernador  en su seguimiento había enviado, dio la vuelta al Fincenu y dende a pocos días se encontró en las sabanas del brazo  de San Jorge con el gobernador su hermano, que todavía iba en su seguimiento. Despues de juntos quiso el gobernador  proceder contra los que no le habían querido dar el oro y castigarlos, pero oyolos, y ellos dieron tan buenos descargos que toda la ira se mitigo, y se conformaron todos juntos, y muy conformes se dieron la vuelta  al Fincenu, donde después de llegados y visto el poco recurso  de comida que en toda aquella comarca había por ser labradores  pocos y los comedores muchos, envió el gobernador al Capitán Alonso de Caceres, con trescientos soldados, que fuese de vuelta al rio grande, que era tierra más fértil y mas entera, y por sus riveras gastasen el tiempo sustentándose y comiendo, o se volviese por aquella vía a Cartagena.
Iban casi todos estos soldados, o los mas,  muy debilitados por falta de comida habían tenido, y por haberse dado a comer  ciertas  fruta llamada guacuna, con que se habían estreñido, y metidos de esta suerte en un camino tan largo y malo, comenzaron a irse quedando por caminos arrimados a arboles, perecidos de hambre, contando de los regalos que en Italia habían tenido cuando se hallaron en ella; y así, de los trescientos soldados o más que el capitán Cáceres saco del Cenú,  no metió en Cartagena  más de noventa, que todos los demás perecieron y murieron de hambre por el camino.
El Gobernador envió  luego de cesar  se apartó de él, al Capitán Alonso de Heredia, su hermano, con ciento y tanto hombres a poblar Urabá, y de esta vez entro en ella Alonso de Heredia y pobló el Pueblo que llamo san Sebastián de la Buena Vista, y estúvose con su gente haciendo de paz los naturales sin recibir  ningún daño, hasta que al cabo de seis meses salió hacer una jornadilla algo apartado  del pueblo, donde lo mataron nueve españoles.
Recogiose con tiempo y diose a pacificar los naturales, y así hizo algunos pueblos de paz.
CAPITULO VII
De cómo en Cartagena quisieron matar al gobernador Heredia, y como el gobernador Barrionuevo envió a Julián Gutiérrez a poblar a Urabá y como el gobernador  Heredia fue con Gente a echarlo de la tierra.            
El gobernador Heredia se estuvo algunos días en el Fincenu cavando sepulturas y sacando el oro de ellas, y después que se enfado de estar en aquella tierra se volvió a Cartagena, donde le hubieran de matar hombres naturales de su propia tierra, así por haberse mostrado muy pertinaz y haber retenido en si todo el oro que de las sepulturas se había sacado, como por odios particulares nacidos de antiguas enemistades que desde España  había tenido con un Lureña, hermano de otro Lureña que a la sazón estaba en Cartagena, con el cual Pedro de Heredia tuvo muy reñidas pendencias y pasiones; y como este Lureña que en Cartagena estaba tenía allí otros amigos y conocidos y aun parientes, los cuales aborrecían al gobernador Pedro de Heredia, porque no hacía de ellos la cuenta que era razón, juntose con esto el propio y particular interés de su trabajo, que el gobernador les tenia usurpado, porque todo el oro que en la primera y segunda vez había habido del Cenu y de otras partes, todo lo había recogido el gobernador y sacadolo por diversos modos de poder de los soldados y se había quedado con ello sin quererles acudir con ninguna parte en ello, antes se presumía y aun tenia así por cierto que lo habían enterrado y escondido todo en la isla de Carex, que esta una legua de Cartagena, y que el propio gobernador y dos criados suyos habían por romanos pesado el oro que había juntado, y había hallado en ello pasados de trescientos mil pesos, que son treinta quintales de oro.
Pues como la necesidad que todos los mas principales del pueblo tenían del oro que de sus partes les pertenecían, era mucha y muy grande y vil la tiranía que en todo usaba el gobernador con ellos juntaronse una noche los mas agraviados con ánimo de matar al gobernador, y juntándose con otros del pueblo a quien no dieron parte de su conspiración, se fueron a donde el gobernador estaba, algo temeroso del suceso, y llegados a él los conspirados, comenzaron a ultrajarlo y a poner las manos en él. El gobernador era hombre de ánimo y que por ninguna vía sufría ultrajes, procuro por armas satisfacer  lo que con el cargo no podía; pero como los de la liga eran muchos y él uno solo, y que de su bando no tenia mas de a Suer de Nava, que con él se había hallado, trataronle mal,  que con las lanzas le dieron dos o tres sobre un jubón estofado que tenia, con que le hicieron arrodillar, y asiendo con las manos la una de las lanzas se levanto, sacando solo una mano herida. Ayudole mucho al gobernador la compañía de Suer de Nava, porque entrambos se defendieron muy bien de los del motin, que eran muchos; y de los propios que en su compañía iban, que no sabían de la conspiración, se pasaron luego al lado del gobernador y le ayudaron a defender su parte, de suerte que los contrarios no tuvieron lugar de matarlo como pretendían.
Suer de Nava era hombre de estimación y afable. Tomo la mano por la mejor vía que pudo en apaciguar este fuego, de suerte que el  gobernador Heredia tuvo lugar de salirse de Cartagena aquella propia noche y meterse con algunos criados suyos en un bergantín en la mar y hacerse a lo largo, apartándose de tierra, porque la turba de los del motín no le ofendiesen,  y apartándose del paraje de Cartagena, hecho más adelante en tierra un criado suyo, llamado Terreo, para que fuese a llamar los indios comarcanos a Cartagena, con desinio de pegar fuego al pueblo, quemarlo y arruinarlo, y con esto tomar venganza de los que le habían ofendido, abrasándolos e matándolos por mano de los indios; pero el Suer de Nava, que ya se había juntado en el bergantín con el gobernador, lo vino a entender y lo remedio, de suerte que se aparto el gobernador de su mal propósito y se estuvo dos o tres días en el bergantín en la mar, donde muchos de los de Cartagena se le disculparon de no haber sido participes de aquella traición ni ser de ninguna manera culpantes de ella, diciendo que los de Madrid, autores de la traición, y sus criados, eran más de treinta hombres, y aprovechándose de la oscuridad de la noche habían ido a intentar aquel tan malvado negocio de que ellos no eran participes, pero por entonces se pacifico todo y quedaron todos confederados y amigos con el gobernador, excepto los agresores principales,  que con estos nunca tuvo fija amistad.
En este tiempo el gobernador Barrionuevo, que tenía a su cargo la gobernación de Castilla de Oro, parte de la cual es lo que ahora llaman Nombre de Dios, tuvo noticia de cómo Alonso de Heredia había poblado a San Sebastián de Buenavista, que tenia por términos de su gobernación, la cual decía llegar hasta el Cabo de la Vela, recibió enojo de ello, y determino enviar gente de armada que se apoderasen del pueblo y de lo que en él había, o lo desplomasen: pero pasosele presto el enojo y estaba ya quitado de aquel propósito, si Julián Gutiérrez no le persuadiera de nuevo a ello, por su propio y particular interés, porque según parece, era este Julián Gutiérrez casado con una India, sobrina del señor de Urabá, donde estaba poblado San Sebastián, y mediante esta finidad Julián Gutiérrez, desde Ancla, donde era vecino, entraba con gente por toda la tierra de la costa a rescatar oro, y donde mejores rescates hacia y mas oro sacaba era en esta provincia de Urabá,  y pareciole que con estar poblado en ella Alonso de Heredia no tendría lugar de entrar con la libertad que solia a rescatar oro y a contratar con los indios, y por estas causas, como he dicho, persudia al gobernador Barrionuevo que echase los españoles de Cartagena de la tierra de Urabá;  y sobre ello hizo tanto, que el gobernador Barrionuevo le hubo de encargar a el propio Julián Gutiérrez la empresa, y darle la gente con que fuese a verse con Alonso de Heredia y con la gente que con él estaba, y a echarlos del pueblo y de la tierra, y para este efecto se embarco con la gente que pudo juntar el Julián Gutiérrez, y vino sobre la costa y tierra de Urabá,
En la cual echó su gente  apartado de donde Alonso de Heredia estaba, cuatro leguas, con destino de no ponerse en ventura de batalla, sino poblar un pueblo en aquella parte, y después, mediante el parentesco que su mujer, la cual traía allí consigo, tenía con el cacique de Urabá, juntar así toda la tierra y hacer que los indios no sirvieran a Heredia, lo cual pudiera muy bien hacer, y lo puso por obra.
Mas durole poco tiempo, porque luego que Alonso de Heredia supo como Julián Gutiérrez estaba en tierra de Urabá y lo que pretendía  y aun había empezado a hacer, envió a Cartagena  por gente española que fuese en su ayuda y favor, para por fuerza o como pudiese echar de la tierra a la gente del gobernador Barrionuevo.
Llego el mensaje de Alonso de Heredia a Cartagena a t6iempo que se acababan de mitigar la sediciones de entre el gobernador Heredia y los de Madrid, por lo cual le convino al gobernador allanarse más para juntar y atraer a si más gente e ir en socorro de su hermano y de su pueblo, y mitigando todo, junto y tomó los soldados que pudo y metiose con ellos en los bergantines y otros barcos, y fuese la vuelta de Urabá,  donde halló a su hermano ocupado en hacer requerimientos a Julián Gutiérrez que se saliese de la tierra y que no le alborotase ni inquietase la gente y naturales de su jurisdicción, y otras cosas que entre ellos habían pasado, mas tocantes a la  pluma que a la lanza.
Llegado el gobernador Heredia a Urabá y junta la gente que llevaba que con la que su hermano estaba, saco cien hombres de pie y de a caballo por tierra y los bergantines por mar y se fue a ver con Julián Gutiérrez que estaba alojado a la mar y a la ribera de un rio caudaloso que allí cerca pasaba.
Alojose el gobernador de Heredia con su gente en la parte y ribera contraria de río, de suerte que estaban en la vista los unos de los otros. El gobernador de Heredia tomo el termino de su hermano, y comenzó a hacer requerimientos a Julián Gutiérrez, cual asimismo, replicaba por papeles, aunque mezclados con muchas pelotas de algunos versos que consigo tenía, pero no hacía ningún daño con ellas en el alojamiento de Heredia, por estar situado en el lugar bajo e ir a esta causa por alto las pelotas, y demás de esto estaban reparados con cierta montaña o arcabuco que los defendía. Hubo tratos de paz, de suerte que los soldados de un capitán y del otro se juntaron y hablaron, pero no se efectúo cosa ninguna de lo  se pretendía, de todas partes había alguna preplejidad en los capitanes, de suerte que casi no se determinaban de venir sobre esto a las manos ni lo que harían , pero pronosticando Quevedo, natural de Hamusco, soldado de la parte de Julián Gutiérrez, que había juntadose con el capitán Heredia para los medios y conciertos, lo que había de suceder, dijo hablando con Martín Núñez  Tafur: abrázame, amigo, porque yo veo estos negocios de suerte y en términos que han de parar en las manos, y por ventura haciendo yo el deber habré de morir primero. Lo cual pasó a la letra como luego se dirá.
Había sido este Quevedo, antes de estas revueltas, soldado de Heredia muchos días antes, y habiéndose partido él y otros soldados con el capitán Cesar para el pirú, encontraron con este Julián Gutiérrez que les aprometió grandes aprovechamientos de oro en aquella tierra porque lo siguiesen, y ellos hicieronlo así, y hallabanse obligados a pelear a favor de Julián Gutiérrez contra sus amigos y conocidos, y así lo hicieron.
El gobernador Heredia viendo que los requerimientos era de ninguna utilidad que por ellos no hacía cosa alguna, comenzó a divulgar que se había de volver a Cartagena y de allí irse a España a dar cuenta de lo que pasaba al rey, para le amparase en la gobernación que le había dado, y así lo dio a entender, de suerte que lo entendiesen en el alojamiento de Julián Gutiérrez, para con esta invención descuidarlos algo del aviso que tenían. El propio día, en la noche que estas cosas habían pasado, el gobernador Heredia junto hasta veinte soldados de los principales de su compañía para tentar y ver lo que en ellos tenía, y les dijo, riéndoles las gracias del servicio que le había hecho seguirle hasta allí con muestras de tan entera voluntad, que él no pretendía ni quería, por interés de todo la gobernación aventurar la vida de un solo soldado ni poner su justicia en manos de la fortuna, que tanto consistía en la lealtad de mucho soldados de los que consigo traía, cuya fe él tenía por dudosa y doblada, como en el buen hado del capitán; que su intento era dejarlo todo y retirarse a Cartagena y que los quisiesen volver al cenu con el capitán Alonso de Heredia, su hermano lo hiciesen, y cada cual siguiese su libertad, porque demás de que, como había dicho, que quería ir a dar noticia al rey de lo que pasaba, pretendía principalmente volver a vengarse a Cartagena de los de Madrid, que o habían querido matar; y ciertamente estaba temeroso el gobernador  el gobernador Heredia de sus soldados por su gran avaricia y escaseza con que había retenido en sí todo el oro que de las sepulturas del cenu había sacado.
Los soldados con quien el gobernador trataba estas cosas eran, como he dicho, los más principales del campo, y así tenían gran presunción de hacer cosas que igualasen con su honor, por los cual respondieron que a que había sido su venida de Cartagena a Urabá; y como le gobernador les dijese que a echar de su gobernación a Julián Gutiérrez y a los que fuesen de su opinión, le replicaron todos de conformidad que no volviese de su pretensión atrás, sino que no volviese de su pretensión atrás, sino que diese en ella la orden que les pareciese y más saludable les fuese, porque ellos y los demás soldados que debajo de su bandera estaban, perderían el día siguiente las vidas en el campo hechos pedazos o el quedaría por señor de aquella tierra como lo era. Tuvo en mucho el gobernador este ofrecimiento de estos soldados, y rindioles muy particulares gracias por ello, luego comenzó a dar orden en lo que había de hacer para amanecer otro día sobre el alojamiento de Julián Gutiérrez y representar la batalla.”









Suplemento VII

Fragmento del Libro  Noticias Historiales


FRAY PEDRO SIMON Tercer cronista español
“I.- Comienza alfinger su entrada atravesando el valle de Upar  hacia Tamalameque. II.- Llegan al pueblo de Tamalameque, donde les dan una guazábara.  III.- Vencida la guasábara en que prendieron al cacique, hacen los españoles otras salidas y recogen de todo cien mil ducados.
I.-Ya que hubo bajado Alfinger  toda la laguna en el tiempo dicho y visto todas sus poblaciones, y que no era cosa que le acabase de llenar los vacios de sus deseos,  por el poco oro que había y saber defender su casa los indios (con los que pudo coger en las guasábaras y otras ocasiones, y con el oro que hubo a las manos), tomo la vuelta de su ranchería, desde donde envió todo el pillaje a coro para que vendiesen los Indios a mercaderes que había de este trato,  y de lo que resultase y del oro le enviasen gente y lo necesario a la jornada que pretendía hacer la tierra dentro. Estuvo aguardando en su ranchería  hasta que llego de Coro los había enviado a pedir, y algunos soldados con que reformó su ejército, juntando a hasta ciento ochenta con los que vinieron y los que el tenia sanos, y para poder entrar. Y así, dejando los enfermos en el pueblo y algunos sanos en su defensa y provisión y de los demás que había en la ranchería, y orden de lo que había de hacer en ella al capitán Vanegas, su teniente que señaló para que la gobernase el año de mil quinientos   treinta, salió para hacer esta jornada del lugar dicho.
Y caminando siempre al poniente, después de haber andado algunos pedazos de tierra llana que hay des de la laguna hasta las sierras por aquella parte, atravesó la cordillera (que cerca gran parte de las aguas de esta laguna y comúnmente se llama la cordillera del valle de Upar) y fue a dar a este valle, que esta luego inmediato a los cerros y cordillera al poniente, sin considerar que era ya aquella tierra y la demás delante, en cuya demanda llevaba los intentos, de la gobernación de Santa Marta. Pero como todos iban puestos más en codicia que en reparar en agravios, no le parecía lo eran entrarse en jurisdicción ajena. De este valle de Upar,  pasando adelante, llego a la tierra de los pocabuces, y de allí a la de los alcoholados (que los pusieron este nombre porque traían los ojos teñidos con agua). Todos estos tenían y trataban cantidad de oro, de que hubieron buena parte los soldados,  con que se reparó algún daño del que recibieron en algunas guasábaras que tuvieron con estas naciones y otras que encontraron hasta llegar a la provincia y alguna de Tamalameque, que llega ya a confinar con el Rio Grande de la Magdalena.

2.- Esta provincia (de quien también trataremos en la segunda parte) se llama así por su cacique y señor que tenia este nombre. Tiene una gran laguna y lagunas con sus isleos  en medio, que se hace de las aguas que corren de la provincia y desiertos  de los indios carates, que esta las espalda de la ciudad de Ocaña al norte, y de las que corren del valle de Upar, principalmente del caudaloso río Cesare. Estaba muy poblada de gente y la más de ella  a las  márgenes y riberas de esta laguna, donde también estaba su cacique, en un pueblo que ocupaba su vecindad, más de un cuarto de legua. Ya cuando llego Ambrosio Alfinger con su gente a esta provincia, tenían nombre de él,  por haber pasado la palabra de una provincia en otra hasta llegar a los de ésta,  a quien juntamente llegó con la noticia el temor por las cosas que oían habían hecho los soldados con los demás. Y así, aunque eran muchos los naturales, no osaron hacer resistencia  a los nuestros, determinando poner su defensa a los isleos de la laguna, desamparando la tierra firme y sus pueblos, recogiendo también todas las canoas por donde se pudiese llegar a las islas, pareciéndoles con esto no habían de tener los españoles traza para pasar a donde ellos estaban.
De esta manera hallaron los soldados los pueblos y casas de los indios cuando llegaron a la lengua de agua de la laguna en las islas de ella que, por no estar lejos de tierra, los veían que andaban con tumulto y salían de sus casas a ver a los soldados, de quien les parecía estar seguros, por no haber canoas ningunas  en que pasar. Veíanlos  los españoles con sus chagualas de oro al cuello y sus orejeras de lo mismo que era  su común usanza.  Y aún  por ventura entonces se engalanaron con más cantidad de ellas, por hacer más ostensión, que fue como brindar a los soldados y ponerles espuelas para arbitrar como pasarían la laguna y habrían  a las manos el oro que veían y lo demás que por aquello imaginaban tendrían, entre otros árbitros que daban para el pasaje,  se resolvieron pasar a nado con los caballos.
Hicieron lo  así treinta de ellos que, guiándolos con los frenos y animándolos con las espuelas, sin peligro de ninguno, pasaron a la isla, sin hacerle resistencia los indios, aunque les fuera fácil por el sitio  y la multitud que eran. Antes estaban admirados, sin aprovecharse de sus armas que tenían en las manos, en ver un tan nuevo modo de navegar como les parecía el nadar de los caballos, con los cuales comenzaron luego a escaramuzar contra los indios, que ya vueltos así trataron de defenderse, ofendiendo en lo que podían con  sus acostumbradas armas de flechas, dardos, piedras,  macanas y vocería, con que se armó una harto reñida batalla en que los españoles hubieron menester hacer como quien eran, contra tanta infinidad de indios entre quien se veían solos los treinta hombres. Quedaron cediólos de manera que apoco rato que se comenzó quedaron victoriosos los nuestros, después de haber muerto  y herido muchos indios, que del temor que tenían a los caballos se arrojaban a montones al agua toda suerte de gentes, hombres mujeres y niños, que fue su mayor perdición: de unos, que por no saber nadar se ahogaban,  y de otros,  que por no poder por la muchedumbre, perecían a lanzadas, sin serles para esto algún refugio las canoas, pues aunque las tenían y entraban en ellas, era tanta la gente que cargaba sin poderlas resistir, que todos se iban apique, con que en breve tiempo hubieron a las manos al cacique tamalameque y quedaron señores de la isla con otros presos y buena cantidad de oro.
3.- Con que volvieron en canoas al pueblo donde estaba el general y los demás que habían estado murando en toda la guazáraba. Celebraron el buen suceso y mando Ambrosio Alfinger se tuviesen a recado el cacique y los principales, con buenos tratamientos, porque esperaba de todos buen rescate con que acrecentar el oro del rancheo. De parecer fueron muchos soldados que se pasase delante de otras provincias; pero no del general. Porque viendo las muestras de riquezas de ésta y prometiéndose mucho más, quiso hacer aquí asiento, pues había abundancia de comidas hasta desvolverla toda.  Y así dispuso luego que saliesen  noventa soldados (que eran la mitad con que se hallaban)  visitar unos pueblezuelos  que se parecían cerca (como lo hicieron), quedándose el con los demás y los presos en las mismas casas hasta la vuelta de los soldados. A los cuales como viesen salir en tanto numero los indios (que habían quedado en aquella isla y en las otras que no perdían un punto de estar  a la mira) en las facciones que hacían los españoles, les pareció que aquella era la suya para echarlos de sus tierras o lo menos recobrar su cacique, oro y lo demás que le habían tomado en el pillaje. Porque haciendo cuenta de los pocos españoles que habías ido cuando la prisión del cacique y los muchos que iban en salida, les parecía quedaría muy pocos en las rancherías, con quien ellos con facilidad se las pudieran haber ya a las manos, lo que  pretendían.
Con este pensamiento, se determinaron a embarcarse en sus canoas y pasar el lago hasta diez o doce mil indios. Y habiendo desembarcado todos con sus armas (aunque sin orden militar) cerca del alojamiento de los españoles, y viendo que eran  tantos (contra la opinión e imaginación de traían), se turbaron y acobardaron de manera que ninguno se atrevió a comentarles ni comenzar la guzábara.  Y así, toda la fuerza que traían se convirtió en grande s voces con que pedían a su cacique y capitanes.
Ambrosio Alfinger (que conoció luego la cobardía de los indios) ordeno a sus soldados que ninguno les hiciese daño y hablando a los indios con un intérprete, les dijo que si querían negociar bien y que no los destruyese a todos, dejasen allí las armas y, por rescate de su cacique y los demás, le trajesen cierta cantidad de oro que les señalo, con el temor que cobraron allí y el que antes tenían desde el mal suceso de la batalla, dejaron todas sus armas, de que se hizo un montón tan grande, que como todas eran de palos, le sirvieron de leña para guisar la comida de los españoles por muchos días. Y pasarse a sus islas.
Entretanto que los soldados hicieron  esta salid, no se descuidaron en la ranchería con el genera, con que en tiempo casi   de un año que hicieron asiento en aquella provincia, la corrieron y desustanciaron toda. De manera que con el oro que trajeron los noventa y el que allegaron los demás en las salidas que hicieron y el que dio el cacique y capitanes por su rescate, vino a montar más  de cien mil ducados, sin lo que los soldados encubrieron”.
(Tomado del libro NOTICIAS HISTORIALES, ED.CUENCA ESPAÑA, 1627.  Por Fray Pedro Simón, tomo I) segunda Noticia, capítulo V

FRAY PEDRO DE AGUADO. Segundo cronista Español
Como fue proveído el licenciado Badillo en Santo domingo por juez de residencia contra el gobernador Heredia y lo prendió, y estando preso huyo y se fue a España; y como ciertos españoles con el capitán cesar salían  de Urabá en demanda del cenufana.
Había el gobernador Heredia hecho en Cartagena y su distrito algunas cosas de señor absoluto, en perjuicio de personas particulares que de él se fueron a quejar  a la Audiencia Real de Santo Domingo, a quien aquel tiempo  eran sufragáneas todas las tierras que en las Indias había poblado de españoles. Los oidores que en ella asistían, mandaron  que se le tomase residencia  a Pedro de Heredia, porque entonces, y a un mucho tiempo después, tuvieron comisión las Audiencias de las Indias para  mudar o quitar e tomar residencia a los gobernadores que les eran sufráganos, o siempre que les pareciesen a los oidores y hubiese causa para ellos, lo cual después suspendió el rey, mandando que los oidores no pudiesen enviar a tomar residencia a los gobernadores sin licencia del Consejo de Indias.
El gobernador Heredia tuvo noticia y aun fue avisado de cómo le mandaban tomar residencia, y para apartarse o excusarse darla si pudiese ser, ordenó junta de gente y metiose   la tierra adentro, y así por esto como porque ya se acercaba el invierno, en el cual se pasa doblados trabajos,  y la tierra era anegosa y poblada de esteros o lagunas, apresuró el gobernador su partida y salió con mas brevedad de la que se esperaba, y con la gente y aderezos de guerra que pudo haber,  se metió la tierra adentro con desino de gastar  por ella algún tiempo, y después dar  la vuelta por Urabá y de allí embarcarse para España; pero no pudo hacer esto como pretendía, porque la Audiencia, habiendo proveído por juez de residencia al licenciado Vadillo, 
Oidor de la propia chancillería, le mandó que luego se partiese y viniese a Cartagena, el cual lo hizo con tanta presteza que no tuvo lugar Heredia de volver a Urabá antes de su llegada, y así tuvo lugar el oidor de hacer sus informaciones secretas contra Pedro de Heredia y se avisado  de lo que pretendía hacer, y enviar como envió el comendador Hernán Rodriguez de Sosa, caballero portugués, a quien después el adelantado Benalcázar cortó la cabeza juntamente con el mariscal Jorge Robledo en tierra de Harma, de la gobernación de Popayán,  que estuviese en el pueblo de San Sebastián de Urabá, y allí esperarse a que saliese el gobernador Heredia y lo prendiese y llevase a Cartagena.
Desde a pocos días  que el comendador  hubo llegado a Urabá, salió el gobernador con su gente, que trata más treinta mil pesos de oro fino en buenas joyas, y los soldados mas de otros trece o catorce mil pesos, y puesto a punto para irse a España, vino a caer en manos del comendador y hacer preso y llevado a Cartagena, donde e licenciado Vadillo lo tuvo preso muchos días, entendiendo a su residencia.  El gobernador Pedro de Heredia tuvo modos como soltarse y embarcarse e irse a España, donde poco tiempo después le hizo merced el rey de titulo de adelantado de Cartagena y gobernador de aquella gobernación, y el licenciado Juan de Vadillo se quedó gobernando a Cartagena, y también tuvo el despidiente que luego se dirá.
Estaba en este tiempo en Urabá detenida y represada mucha gente, así de la que había salido de la jornada con el gobernador Pedro de Heredia, como de la que de la isla u otras partes acudían a la fama de la riqueza que allí se había de los indios.
Determinaron ciertos soldados, con comisión y licencia del licenciado Vadillo, entrarse la tierra adentro a gastar el tiempo en algún honesto ejercicio y a proveer el pueblo de comida, que estaba muy falto de ella. Juntáronse con este presupuesto sesenta soldados, y llevando por su capitán a Francisco Cesar, se salieron del pueblo de Urabá y se anduvieron algunos días por poblaciones cercanas, enviando comida a la ciudad; y como todos estaban pobres y faltos de posibles, confederáronse y concertáronse  entre sí de que no volviesen al pueblo sin hallar alguna copia de oro con que supliesen sus necesidades, y aprobando y confirmando este parecer por todos, ya que se querían partir de un poblezuelo donde estaban alojados, juntáronse  los indios de aquella comarca para darles guazabara, y viniendo a dar en el alojamiento de los españoles, encontraron apartado de él,  en una quebradilla, a un soldado extranjero que iba a dar de beber a su caballo, al cual los indios comenzaron a flechar desde lo alto de las barracas de aquel arrollo donde estaba el soldado.
Pareciéndole que era cosa infame el soltar el caballo y retirarse a ponerse en lugar seguro, comenzó mus despacio a sacar un machete que llevaba  y a esgrimir con él y soltar el caballo: Ibase retirándose muy de su espacio, y diciendo a los indios en su lengua, querendo imitar a la castellana: “juradi que no te medi bellaqui indi”,  y esto sin que los indios llegasen a él, y esto sin que los indios llegasen a él, porque desde lejos no cesaban flecharle, y así antes que fuese socorrido de los demás soldados que al rio acudieron, le habías ya los indios dado catorce o quince  flechazos, que todas le atravesaban el cuerpo, de que luego, otro día siguiente murió.
Tomaron el capitán Cesar y los soldados que con el estaban, por desinio o derrota de su jornada  el descubrir el camino al Cenu, empresa bien trabajosa dificultosa para otro más copioso número de gente, porque era todo lo que se había de caminar tierra muy montosa y arcabucosa y de gran espesura y que por ella habían de ir de contino abriendo camino con hachas y machetes y azadones, sin que por donde iban hubiese mas camino del que los soldados iban abriendo a pura fuerza de brazos, llevando por guía siempre el poniente. La comida que por estas montañas habían y tenían los soldados eran hobos, frutas de arboles silvestre, e hicoteas galápagos, de que habían gran cantidad en los arcabucos y alguna mísera comidilla que en algunos bohíos de indios que acoso tapaban  por aquella montaña había, y con este camino e intolerable trabajo, rompiendo y atravesando y subiendo grades montañas, y habiendo caminado por ellas más  de ochenta leguas, la semana de la natividad del hijo de Dios, hallaron  entre aquellas montañas y sierras un vallezuelo poblado de poca población, al cual sus propios naturales llamaban Abibe. Fue gran refrigerio y consuelo para los españoles porque en el hallaron abundancia de comida,  con el cual se tuvieron  algunos días porque ya no había fuerza que soportase ni animo que tolerarse el trabajo cotidiano que todos los soldados hasta allí habían traído, cortando y abriendo camino,   y cavando y aderazando las cuestas y subidas para los caballos, sin comer cosa que les pudiese aumentas la vigor y las fuerzas corporales.
Estando, pues, los españoles descansando y reformándose en Abibe, hubieron e tomaron a manos un cacique o principal de aquel valle, que les dijo como eran él y sus indios sujetos al cacique de Nutivara cenufana,  que es uno de los tres Cenus de que  atrás he tratado cuya población y viviendas estaba  seis jornadas de allí la tierra adentro, todas de tierra rasa o pelada. Dioles gran contento a los españoles esta nueva, por entender que se veían libres de trabajo de abrir  camino y cortar arcabucos; y con esto termino el capitán Francisco Cesar enviar al propio principal que le dio esta noticia, que fuese de su parte hablar y saludar al cacique Nitivara Cenufana, y darle parte de cómo iba a verle y conocerle y ser su amigo y compañero.
Recibida la nueva de los españoles, el cacique Mitivara Cenu, según las muestras que dio, se holgó mucho de ello, de la suerte que el lobo hambriento, que suele dar muestras de alegría y relamerse con la vista del pegujal o manada  de las ovejas, porque luego envió indios suyos cargados de frisoles, ají y sal, de que tenían gran necesidad, y a decirles que se holgaban mucho con su ida, que se diesen priesa a engordar y acercarse a el pueblo, porque con su ida pretendían hacer grandes fiestas y convites  a sus feligreses y comarcanos; y desde primer salutación siempre tuvo este bárbaro especial cuidado de proveer y enviar a los españoles de las cosa dichas, y mayas, que son perrillos e gozques pequeños para comer, y mantas y otras cosas que en su tierra había, y nunca se le olvidaba el decir que se diesen prisa a engordar y se llegasen a su pueblo, porque los deseaba ver ir muy gordos.
Con estas nuevas y convites salieron los españoles de vive y siguieron su viaje por tierra rasa y apacible de caminar.
En el cual se escribe la guasábara que los indios del cenufana dieron a los españoles, y como después de haber llegado a la noticia en cuya demanda iban, se volvieron a Urabá.
Cuando los españoles llegaron a la población de Abibe, iban ya tan faltos de todas las cosas, así para su vestir como para sus caballos, que casi los llevaban de diestro, por no tener herraduras que les poner, y menos osaban cabalgar en ellos por no despearlos de suerte que después no se pudiesen menear y se les quedasen perdidos por el camino, cosa muy perjudicial para la salud de los propios españoles porque como otras veces he dicho, es cierto que doquiera que los españoles entren sin caballos, como haya cantidad de indios, van a muy gran peligro de ser muertos y desbaratados, porque los indios siempre en la primera vista que con los españoles tienen, se les acercan y se juntan con ellos muy bestialmente y sin ninguna orden, pareciéndoles que son gentes inferiores a ellos, pero después que son lastimados con sus espadas y atropellados con los caballos, sin ser ellos poderosos para damnificar a los españoles, cobran gran temor, el cual pocas veces pierden y les parece que todo el daño que han recibido se lo han hecho los caballos, y así tiemblan de ver su terrible aspecto, y así hace más un solo caballo en una guasábara que muchos soldados, y a esta causa, como hombres baquianos que sabían y por experiencia habían entendido cuanto les importaba el conservar y reservar los caballos, los llevaban conservados y de diestro sin echarles cosa alguna encima, porque como la tierra era áspera y muy doblada y los caballos iban descalzos o sin herraduras, estaba claro que si les echaban carga encima que en haciendo fuerza con las manos y pies, se les habían de gastar las uñas, y en faltándoles estas no habían de poder caminar, y finalmente, como luego se dirá, por haber conservado con tanto cuidado los caballos, conservaron los españoles que en esta jornada iban, las vidas.
Los indios que habitaban y tenían sus poblazones junto o comarcanas a Abibe, como entendieron la partida de los españoles, determinaron juntarse y emboscarse junto al camino por do habían de pasar para hacer en ellos algún daño. Y así para su hecho muy favorable una espesa o escura niebla que aquel día por la mañana hacia, con la cual los españoles, privados de poder ver la celada, se metían descuidadamente en ella, donde si no fuera por particular auxilio del Cielo, no pudieran escapar; pero todo lo remedio Dios por su misericordia, con que ya los nuestros se iban acercando a la emboscada las nieblas se alzaron de golpe y descubrieron de suerte que claramente se pudo ver la turba de los indios que los estaban esperando, los cuales como se vieron así desnudos y desamparados del velo que sobre si tenían, que los habían ocultado, y que ya eran vistos y sentidos de los españoles, comenzaronse a retirar hacia una montaña que cerca tenían, y los españoles a seguirles hasta meterlos y encerrarlos en el arcabuco, donde estaban más corroborados y fortalecidos los indios que los españoles.
A la segunda jornada después de la salida de Abibe, llegaron los soldados a un buen sitio llano y raso y bien proveído de comidas y de muchas labranzas de maíz y de otras raíces y semillas que los indios tenían para su sustento. Determino el capitán Cesar, con acuerdo de los más y mejores, descansar algunos días allí y reformar la gente y los caballos, para que llegasen descansados a donde el cacique Cenufana estaba, porque según las señales habían visto, les parecían que no podían dejar de tener alguna guazabara o pelea con los indios y con aquel bárbaro que claramente les había enviado a decir que deseaba ya verlos buenos y gordos por gustar que sabor tenían sus carnes.
Había desde este alojamiento al pueblo de este cacique cinco leguas; pero el bárbaro, desque sintió  que los españoles se acercaban tanto, no quiso esperar a que llegasen a su pueblo, sino salirlos a recibir al camino con la gente que tenia junta de toda aquella provincia, que era a la menor estimación de los que con menos pavor los consideraron, más de veinte mil indios, los cuales al seteno día amanecieron puestos en un cerro sobre el alojamiento de los españoles, todos a punto de guerra con sus macanas y dardos y piedra de que venían muy prevenidos y aun cargados de grandes mochilas de guijarros escogidos aposta para tener que tirar. Traían consigo sus mujeres con ollas y otros aderezos para guisar de comer de la carne de los españoles.
Estuvieron dos días en el cerro, y al tercero, que tenían determinado de arremeter, talaron unos grandes maizales y labranzas que entre sus alojamientos y de los españoles había, y mandaron a sus mujeres que pusiesen grandes ollas de aguas a calentar, para pelar y lavar la carne de los españoles; y con esto tomaron las armas en las manos y comenzaron a moverse contra los nuestros, los cuales, considerando la multitud de barbaros que sobre si tenían, y que parecía cosa imposible haber victoria de ellos, encomendaronse a Dios y cabalgando en sus caballos, los cuales habían herrado con pedazos de herraduras que para aquel menester habían guardado, se repartieron en dos partes y determinaron de salir al encuentro a los indios, para con esta muestra de ánimo dar a entender  a sus contrarios que eran poderosos para pelear con ellos y resistirlos. Juan de Céspedes, Con otros dos de a caballo y algunos peones que los siguieron, arremetieron a un escuadrón que por una loma abajo se les venían acercando muy despacio. El capitán Cesar y Martín Niañez en sus caballos, con otros nueve o diez peones, hicieron rostro a otro grandísimo escuadrón de indios que por otra parte se les acercaba, en el cual venía el cacique o señor del cenu, y arremetiendo los españoles con los indios por la orden que tengo dicho, comenzaron a pelear su guazabara tan reñida y trabajosa para los españoles cuanto calamitosa para los indios, por que los de a caballo y los demás peones, en el punto que cerraron con ellos, comenzaron a herirlos tan cruelmente que como ellos eran muchos y venían muy juntos y desnudos, no había más de picar o dar estocadas y pasar de largo, y como los indios veían caer indios en el suelo y no veían volver a tras a los españoles, desmayaban y perdían el coraje y esperanza que de haber victoria traían; y así, después de haber peleado buen rato y de haber visto el poco daño que en los españoles, guardados por voluntad de Dios, hacían, se comenzaron a retirar, y los españoles a seguirlos hasta meterlos en los términos de sus alojamientos, con pérdida de gran número de indios que por aquel suelo quedaron muertos, cosa de que se admiraron y maravillaron mucho los propios españoles, y les parecía cosa imposible haber ellos muertos tanta cantidad de indios como después de la guazabara se hallaron por aquel suelo, en tan poco tiempo como la pelea duró.
De los españoles no murió ninguno, aunque todos los demás de los que pelearon salieron heridos, pero no de heridas mortales ni peligrosas.
Los indios, vistos que con aquella arremetida les había ido tal mal, quisieron probar su fortuna con la oscuridad de la noche, y dar en el alojamiento de los españoles. Fueron sentidos antes de llegar a los españoles estaban, y salieron a ellos algunos soldados de a caballo y de a pie, solo hacer una muestra y espantarlos si pudiesen, porque no les convenían de noche trabar pelea con los indios; pero los bárbaros estaban tan amedrantados del suceso de la guazabara pasada, que en sintiendo que los españoles salían de sus alojamientos, volvieron las espaldas y se retiraron tan llenos de miedo cuanto
Sus obras lo mostraban, pues nunca fueron parte las importunaciones de las guías y lenguas de los españoles consigo tenían, que les animaban e incitaban en su propio lenguaje materno a que arremetiesen con los españoles, diciéndoles los pocos que eran, y cómo entre ellos habían muchos de ánimo afeminado y muy neutrales; que arremetiesen briosamente a ellos y los llevarían con la facilidad que el viento llevaba las pajas.
Otro día siguiente vinieron al alojamiento de los españoles dos indios con gran temor y humildad, los ojos puestos en tierra y casi temblando de miedo, enviado de su propio cacique a pedir al capitán Cesar que les dejase llevar los cuerpos con un hermano del señor o cacique de aquella tierra y de un capitán que habían sido muertos en la pelea, para enterrarlos. Otorgóselo el capitán Cesar, y preguntoles cómo venían tan temerosos y amedrentados que aun los ojos no osaban alzar a mirar los soldados; dijeron que tenían gran miedo y temor de ellos por tantos indios como habían muerto el día antes, y aquel que más los había temorizado  y espantado había sido un hombre que con los demás españoles se había hallado en la pelea sobre un caballo blanco y con una espada en la mano, al cual ni a su caballo no veían allí con los que presentes estaban, cuyas armas eran de gran resplandor y lustre y que en todo era muy diferente de los demás que peleaban de caballo, porque los otros llevaban lanzas, y sólo aquel peleaba con una espada. Admirados los españoles de esto que los indios les decían, les mostraron todos los caballos y soldados que en el alojamiento estaban, y claramente dijeron no ser ninguno de ellos.
Tomaron los indios sus cuerpos muertos y fuéronse a donde su cacique estaba, con lo cual se levantaron los indios del cerco que tenían puesto, y se retiraron a sus poblazones y a otras partes, donde les parecía que podrían estar seguros de los españoles.
Pasados seis días después de esa guazabara, el capitán Cesar con sus compañeros paso adelante, en demanda de bohío del diablo de aquella provincia, y llegaron a un rio grande, donde los indios tenían hecha una puente para su servicio, de maromas y bejucos, muy ancha y muy fuerte y de su hechura muy admirable a los ojos de los que la vieron, pero estaba descompuesta, porque a la hora que los indios entendieron que los españoles pasaban adelante, desataron las maromas y sogas de la una banda y dejaron colgar y prender la puente a la otra parte, de suerte que les fue necesario a los nuestros vadear el rio con sus caballos; lo cual hicieron con harto trabajo y riesgo de perecer ahogados, por llevar mucha agua el rio, pero por buena orden que se dieron, se les hubo de ahogar un soldado llamado Gonzalo Hernández, natural de Alcántara, por querer pasar a ancas de su caballo una india, la cual también se ahogó. Llámase este río del Guaca, porque en las riberas de él estaba el pueblo del cacique, sin cosa que fuese de provecho, porque todo habían alcanzado y escondido los indios, y el bohío o sepultura del diablo, al cual en aquella lengua llama guaca, y de aquí la nominación el río, como de cosa más señalada y principal entre estos bárbaros.
Estuvieron en este pueblo los españoles más veinte y cinco días, reformando y convaleciendo algunos que habían enfermado. Hallaron poco oro para lo que esperaban hallar, porque en un buhiyelo pequeño y en el del diablo, solamente hubieron en hallaron seis mil pesos, y con lo que de otras sepulturas que cavaron juntaron entre todos hasta treinta mil pesos de buen oro, con lo cual dieron la vuelta a Urabá por diferente camino del que habían llevado y más derecho, por el cual solamente tardaron poco más de veinte días en llegar a San Sebastián de Buenavista al cabo de nueve meses que habían salido de ella, sin que en todo este tiempo se hubiese tenido noticia de estos españoles ni de su suceso, y así llegaron a tiempo que por tener ya perdida la esperanza que el capitán Cesar y estos sus compañeros parecerían, por tenerlos por muertos, estaba el pueblo para despoblarse, y ciertamente ellos pasaran adelante y no volvieran atrás si la falta de herraje para los caballos no los constriñera ellos; porque la tierra que por delante tenían los convidaba a que viesen y descubriesen lo que a la vista se les oponía, que eran unas largas y extendidas sabanas o campiñas, aunque la tierra doblada, que corre hasta Cali y aun hasta Pirú, sin haber arcabuco ni montaña por el medio, si no es entre Caramanta y Enzerma, donde está un pedazo de monte por todo lo demás es raso y escombrado de montañas que suelen ser fastidiosas y de gran pesadumbre y aun trabajosa para los caminantes”.                       

















Suplemento VIII

Suplemento Autores de la Modernidad


J
aime Exbrayat Boncompain.  HISTORIA DE MONTERIA.  Librería Domus libri 1996. El investigador reconoce la  labor del Historiador EXBRAYAT, de nacionalidad Francesa pero Monteriano de toda la vida quien dejo la mejor descripción del Valle del Sinú,   Fragmento de su libro HISTORIA DE MONTERIA, quien sorprende por el ajustado rigor científico e histórico de su obra.  “EL SINU Y SU VALLE”
Investigadores modernos Ana Maria Falchetti.
Esquema de animales y seres humanos en la orfebrería de la serranía de san Jacinto Tomado del Libro EL ORO DEL GRAN ZENU por Ana María Falchetti.derechos reservados a su autor.
Orfebrería Zenú, figura 5- Orejeras, figura 4- colgante Darién,   figura 3- Colgante propio de las llanuras del Caribe, figura 2- representaciones de músico, 1-Colgante antropomorfo.
Ilustración del libro EL ORO DEL GRAN ZENU. Metalurgia prehispánica en las llanuras del Caribe Colombiano.  ANA MARIA FALCHETTI. Colección Banco de la República. Edición 1995.derechos reservados al autor.











Natural de San Andrés de Sotavento, hizo sus estudios de primaria en San Andrés, que termina en 1961. Secundaria en el liceo Bolivar de Sincelejo hoy capital del Departamento de Sucre (1.967,) Universitarios en la ciudad de Bogotá, donde se titula como Abogado de la Universidad Incca
Activista de la izquierda intelectual, contestataria de toda la vida.
Al mismo tiempo que termina sus estudios de leyes, hace parte del MOVIMIENTO DE ESTUDIANTES POR LA CONSTITUYENTE, de 1991, funda el SECRETARIADO NACIONAL POR LA CONSTITUYENTE, que encauza junto con el COMITÉ PROCONSTITUYENTE el nuevo pacto social de los colombianos, por tanto se le considera uno de los patricios populares organizadores de la misma.
Escritor, poeta y autor de varios ensayos, entre ellos el Ajonjolí súper alimento del Mundo a partir de la experiencia Zenú, (Propuesta para la solución de problemáticas Mundiales como el hambre), varias temáticas como lo es su cultivada existencia, en su ensayo la REFORMA LABORAL QUE NECESITA COLOMBIA, esboza las líneas fundamentales de una teoría económica como proyecto de reforma del capitalismo moderno. Numeroso escritos de problemática política colombiana y mundial se compendian en la internet, la que considera la más grande de las revoluciones por la libertad en el planeta tierra. PIEL DE AMERICA, su obra poética cumbre, es la catilinaria mas portentosa en América-latina, contra las dictaduras de los 70. Biblioteca LUIS ANGEL ARANGO DE BOGOTA. La biblioteca CERVANTES DE MADRID ESPAÑA, la más grande de habla hispana y del mundo, tiene un portal con su nombre, lo que ya es mucho decir en términos coloquiales.
ACTIVISTA DE DERECHOS HUMANOS, con su serie de poemas universales, a Ingrid Betancourt, su colofón fue declarado “LEMA MUNDIAL CONTRA EL SECUESTRO” a EMMANUEL el niño rehén de las FARC, y a BUSH EL BARBARO, ha sido traducido a otros idiomas. Su poema al Sombrero Vueltiao, del que es también autor, se encuentra publicado por el DIRECTORIO TELEFONICO DANARANJO EDICION 2011.
Escritor costumbrista, relatos cortos de la Costa Caribe, resumen la idiosincrasia de los pueblos costeños, cincuenta años atrás, amenos y de buen gusto distraen al lector con sus interesantes historias. 
Historiador, con la presente trabajo de investigación sobre los zenúes, presentado a la ACADEMIA DE HISTORIA DE CORDOBA, rinde un homenaje al pueblo Zenú, y a la costa en general, donde se presenta una visión nueva de nuestros legítimos ascendientes, la importancia de nuestra etnia en el contexto latinoamericano y su papel de liderazgo en la lucha por una reparación histórica.


Summa de geografía de MARTIN FERNANDEZ DE ENCISO, 
Historias de las Indias. BARTOLOME DE LAS CASAS
Noticias historiales, FRAY PEDRO SIMON.
Recopilación historial de santa Martha y Nuevo Reino de Granada FRAY PEDRO DE AGUADO.  (1581)
Elegías de varones Ilustres. Historia del Nuevo Reino de Granada. JUAN DE CASTELLANOS. (1601) Tomo III
OVIEDO GONZALO FERNANDEZ DE. (1548) Historia General y Natural de las Indias, Islas y Tierra Firma del Mar Océano. Editorial. Guaranía. 
HISTORIA DE MONTERIA por JAIME EXBRAYAT BONCOMPAIN
RIO SINU, RIO SANJORGE por LUIS STRIPPER
EL ORO DEL GRAN ZENU por ANA MARIA FALCHETTI, colección  BANCO DE LA REPUBLICA. Mapas, Figuras antropomorfas, zoomorfas, ubicación Geográfica de hallazgos, ubicación  de comunidades Zenues, llanuras del Caribe Colombiano.
CRUSANDO EL TAPON DEL DARIEN, boletín No. 29 Museo del Oro.
DUQUE GOMEZ LUIS. Notas Históricas sobre la Orfebrería Indígenas en Colombia.  Academia Colombiana de Historia.
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